Envidiosa, hipócrita y suicida Argentina - MUNDO NORTE

Títulos

06/11/16

Envidiosa, hipócrita y suicida Argentina

"La decadencia argentina empezó cuando las clases ilustradas abandonaron la política" Juan LLach

Después de la tormenta desatada a raíz de la tenencia accionaria de Shell que mantenía en su patrimonio Juan José Aranguren, actual Ministro de Energía, producto de su prolongado trabajo como presidente de la petrolera holandesa y resuelta con la venta de esa participación, alguna oposición sigue haciendo ruido con la calificación de "gobierno de los CEO's" para denostar a la gestión de Cambiemos.
Creo que ha llegado la hora de preguntarnos, como sociedad, a qué se debe nuestra desconfianza -¿envidia?- hacia aquéllos que han tenido éxito y por qué pensamos que las pequeñas fortunas se hacen con  infamias y, las grandes, con canalladas. Y también por qué hemos creído tanto tiempo que involucrarnos en política significa arriesgarnos a tirar nuestra honra a los perros y revolcarnos en el fango.
Esta gestión ha conseguido algo impensado desde hace muchas décadas: que se incorporaran a ella muchos ciudadanos que, habiendo obtenido enormes triunfos personales en la actividad privada, en un momento dado han decidido renunciar a la comodidad y al bienestar, inclusive familiar, para brindar desinteresadamente sus conocimientos y su experiencia para intentar mejorar la vida de los demás. No me refiero exclusivamente a Mauricio Macri, que encabezó esa movida cuando se alzó con la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; por el contrario, los gabinetes nacionales, provinciales y municipales están plagados de ejemplos que confirman esta nueva posición, tan generosa, de muchos otros.
Algunos ejemplos sobresalen: Mario Quintana es, tal vez, un caso especial; con orígenes sumamente humildes, pero demostrativos de la permeabilidad social que imperaba en nuestro país hasta hace relativamente poco tiempo (su abuela era mucama, pero tanto su padre como su madre médicos), dejó sus altas posiciones empresariales -la Presidencia de Farmacity y del grupo de inversión Pegasus- para asumir como Vice Jefe del Gabinete, con las enormes complicaciones que trae aparejado el cargo. Por su parte, el otro segundo de Marcos Peña, Gustavo Lopetegui, abandonó la Presidencia de Lan Argentina cuando se sumó al esfuerzo. Y qué decir de Isela Constantini, ex Presidente de General Motors Argentina, que aceptó el gigantesco desafío de encabezar Aerolíneas Argentinas, la empresa "pública" más conflictiva desde el punto de vista sindical y totalmente deficitaria.
Lo mismo sucede con la legión de jóvenes profesionales, que no nombraré pero todos conocemos, que han hecho de la gestión pública su nuevo objetivo de vida, a sabiendas de los enormes sacrificios que conllevará para sus entornos familiares, en general formados por pequeños hijos.
Porque en este campo demostramos cuán hipócritas somos los argentinos. Partamos de una certeza: no hay una "empresa" mayor que el propio Estado, en cualquiera de sus niveles. Sin embargo, nos rasgamos las vestiduras cuando alguien simplemente sugiere llevar sus niveles de remuneración hasta equipararlos con los que rigen para los gerentes y directores que se desempeñan en la esfera privada. Parece que olvidamos un viejísimo apotegma: "quien paga a sus empleados como a monos, tiene monos como empleados".

Pages