NOTA DE OPINIÓN
Los resultados
de las pruebas Aprender reflejaron en números concretos el estado de agonía por
el que atraviesa el sistema educativo argentino. El 46,4% de los alumnos de 5° y 6° año del secundario no comprende
un texto básico, mientras que el 70,2% no puede resolver cuentas o problemas
matemáticos muy sencillos. En el área de naturales, el 36,3% tuvo el
rendimiento más bajo, mientras que en sociales fue del 41,1%. Traducir estos
números a la práctica significa que por más inversiones que puedan llegar al
país, el desarrollo de Argentina está hipotecado por varias décadas más.
A los argentinos nos encanta decir que tenemos un país rico,
jactarnos de la abundancia de recursos naturales a lo largo y ancho del territorio
como si eso fuese sinónimo de bienestar y equidad para el conjunto de la
sociedad. La riqueza de un país no está en sus recursos naturales si no es sus
recursos humanos, muestra de ellos son
Japón y Alemania, países que lograron desarrollarse y tener estándares
de calidad de vida altos sin la necesidad de contar con riquezas naturales, aun
después de la devastación de la guerra.
El debate sobre educación desde que tengo memoria es una
discusión salarial y muy eventualmente de infraestructura. El debate profundo
sobre qué sistema educativo necesitamos es algo que termina reducido al ámbito
académico y filosófico, sin poder plasmarse en el área política que es desde donde
se debe generar el ámbito para desarrollar una política de estado, gobierne quien
gobierne.
En estos días donde el paro docente y las frustradas
reuniones para llegar a un acuerdo salarial ponen sobre el tapete el tema, se
escuchan cantidad de opiniones de especialistas y paracaidistas sobre
educación. Se habla de objetivos, de doble jornada, de conectividad, cantidad
de ideas y discursos que terminan generando un círculo vicioso del bla bla bla porque nadie habla de que el sistema tal y
cual se conoce en el mundo es obsoleto.
Tenemos un sistema educativo que se creó para satisfacer las
necesidades del siglo IX en pleno desarrollo industrial, docentes formados en
el siglo XX y alumnos del siglo XXI, no hay forma de que este sea un proyecto
exitoso si no reformulamos la educación desde las necesidades y no desde la
funcionalidad de la escuela como guardería.
La pregunta es: ¿nos importa la educación? Y si nos importa,
¿Qué estamos dispuestos a hacer para tener una mejor educación? Y no hablo de
hacer horas extras para pagar un montón de actividades extra escolares que deja
a nuestros niños agotados anulando de esa forma toda capacidad recreativa y de disfrute.
Educar es largo plazo y el largo plazo es algo que nos cuesta bastante. Es
pensar y proyectar para lograr objetivos que no vamos a ver. En la era de la
inmediatez trabajar por algo sin resultado visible desanima a todos los involucrados
y salirse de esa trama es hacer algo para lo cual no estamos educados, pero
como siempre hay excepciones existen en nuestro país y en el mundo un puñado de
personas a las que el sistema no ha logrado doblegar y son quienes tienen la
capacidad de pensar desde la creatividad. El desafío político e institucional
es poder reunir a esas personas al estilo Silicon Valley solo a diagramar,
refundar, crear, adaptar y soñar educación.
En el aquí y ahora la emergencia educativa no son los
resultados de las pruebas Aprender, la emergencia pasa por techos que se
desmoronan, escuelas sin calefacción, sin vidrios, con baños que parecen los de
un penal no los de una escuela, con docentes mal pagos. Hace poco tiempo
circulaban las imágenes de los chicos que cruzaban un rio para ir a la escuela
porque alguien se robo la plata de un puente que pagaron y no hicieron y eso
también es argentina. El ministro de educación nos habla de los objetivos, que
son más de cien, como si el país fuese CABA, y no dudo de sus buenas
intenciones, pero una recorrida por la argentina profunda cambiaría algunos
conceptos. No es lo mismo lo que necesita una escuela de Parque Patricios, a lo
que necesita la de Gonzales Catan o la de Sumampa en Santiago del Estero. La
estandarización para solucionar la emergencia solo va a seguir agrandando la
desigualdad de oportunidades.
Menos objetivos y de a una cosa por vez siempre da resultados
y a la par de esas urgencias que nos abofetean en la cara no dejemos de soñar
en grande, porque todo proyecto antes de hacerse realidad en algún momento fue un sueño,
recuerden a Steve Jobs, Albert Einstein o Thomas Edison por solo nombrar a
algunos, todos ellos no cumplían con los requisitos del sistema educativo y sin
embargo cambiaron la historia.