Estos datos muestran que la sanción de la Ley Nacional de Educación vino asociada con un importante aumento en la inversión educativa. La mayor parte de estos recursos fueron destinados al aumento de la dotación de docentes y a la mejora de sus remuneraciones. En paralelo se dio una caída de la matrícula, fundamentalmente porque muchas familias optaron por enviar sus hijos a las escuelas privadas (el 70% de la reducción de matrícula en escuelas estatales se explica por crecimiento en las escuelas privadas). Se trata de evidencias muy contundentes de que el principal y más complejo desafío no es aumentar los presupuestos educativos sino mejorar la gestión. Uno de los pilares del éxito de los sistemas educativos en la experiencia internacional es la jerarquización de la profesión docente. Dado que la remuneración de los educadores ha mejorado respecto al resto de los trabajadores el argumento de que el fracaso educativo argentino se debe a los bajos salarios es falso.Por el contrario, la docencia aparece como una alternativa laboral muy apetecible para muchas personas. El problema es que bajo un sistema que no evalúa ni premia ni castiga los incentivos llevan a incorporar como docente a gente que no tiene vocación ni capacidad para serlo. Prima la mediocridad derivada de que el interés pasa por el salario, las condiciones favorables de trabajo y la futura jubilación por encima del compromiso con el aprendizaje de los alumnos. Romper esta lógica requiere jerarquizar la docencia a partir de la evaluación de desempeños y un régimen salarial sensible al compromiso del educador con sus alumnos. Lo positivo es que el Estado nacional sea el que impulse la iniciativa. Evaluar alumnos a través del operativo APRENDER y docentes con el ENSEÑAR son acciones que corresponden al nivel nacional. En cambio, la construcción y reparación de escuelas, el reparto de libros y computadoras, el pago de parte del salario docente –intervenciones que de manera rutinaria se realizan desde los programas nacionales– contribuyen al despilfarro porque diluyen las responsabilidades de sus gestores, que son las provincias. La función social del educador es demasiado importante como para dejarla librada al interés individual o a los intereses corporativos. Por eso es importante usar esta herramienta clave de gestión, que es la evaluación. El objetivo no es penalizar sino jerarquizar, identificando y reconociendo a los docentes que demuestren capacidad, vocación y compromiso con la formación de sus alumnos.
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