Por Ceferino Reato (*)
No obstante, no es un cheque en blanco para los sindicalistas que lideraron la masiva huelga.
“Peronísticamente hablando”,
como decía el experimentado dirigente sindical Lorenzo Miguel, el masivo paro
de hoy indica que entramos en el final del ciclo kirchnerista. Es un paro
legítimo (megadevaluación del peso, inflación, retracción del consumo y del
empleo genuino, etcétera) y, a la vez, es político, en la medida en que indica
una disputa de poder con un oficialismo en retirada. No es un paro partidista,
si bien favorece a los precandidatos presidenciales del arco opositor o, al
menos, parece confirmar lo que indican las encuestas: que los postulantes
enrolados en el cambio están más firmes que quienes aparecen como mero
continuadores del “modelo”.
Es que el “modelo” está en
problemas; a ningún gobierno que depende de los votos y de la opinión pública
le gusta devaluar; por eso, acuden a ella cuando no tienen más remedio. Ha sido
el caso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El mayor problema es
cuando no se atacan las causas de la revaluación ficticia del peso, como la
inflación; por eso, lamentablemente, ya se está hablando de una nueva
devaluación, a mediados de este año.
La devaluación de fin de
enero pegó fuerte en el bolsillo de asalariados y jubilados, como siempre
sucede. Y el paro es una manifestación de ese malestar, que se traduce en una
caída del consumo, y de una lógica expectativa por parte de los gremios: que la
fiesta K no sea pagada sólo por sus afiliados, activos y pasivos.
Luego, está la lucha de
poder. En un gobierno peronista, los gremios son muy reacios a utilizar la
herramienta de la huelga; cuando el gobierno no es peronista, el peronismo
suele replegarse en algunas de sus trincheras; una de ellas es el sindicalismo,
que tiende a una mayor acción política directa (como deben recordar los
alfonsinistas con las trece huelgas generales).
Pero, cuando el gobierno es
peronista y los gremios hacen un paro como el de hoy eso significa que los
discípulos del general Juan Perón están buscando un sucesor, un nuevo
liderazgo. Pasó en el final del gobierno del presidente Carlos Menem; pasa
ahora. Posibles sucesores hay varios: peronistas y no peronistas.
No obstante, los
sindicalistas que encabezaron la huelga no deberían ilusionarse: nadie les ha
dado un cheque en blanco. Y, aún entre quienes adhirieron al paro, no han caído
bien los piquetes y los aprietes, que impidieron la libertad de trabajo de
quienes querían hacerlo.
Los finales de ciclos son
así: no sólo hay un recambio general de funcionarios; también son arrastrados
algunos métodos de acción política antes tolerados.
(*) Editor ejecutivo de
revista Fortuna.