‘Ganar’ una década perdiendo valores no parece ser la mejor ecuación.
Principios éticos que creíamos incuestionables hoy están siendo desvalorizados
o, si se quiere, revalorizados de forma negativa, en beneficio de otras
alternativas, donde el trabajo, el estudio y la justa compensación por el mismo
parecen metas distantes para los jóvenes en formación. ¿Cuál es el incipiente
resultado de esta fórmula? La honestidad y el respeto a la sociedad se
convirtieron en paradigmas poco redituables. Así es, estimado lector. El Modelo nos presenta una nueva
y atractiva salida laboral: delinquir.
Hace unos días nos
informaron al pasar, entre toses y silbidos, como si fuese un anuncio que no
afecta el ordenamiento social en lo más mínimo, la siguiente resolución: “La Justicia ordenó equiparar los derechos laborales de los presos en el
mismo rango que los de una persona libre”, según un fallo
ordenado por la Cámara Federal de Casación Penal.
Más de una década de ‘Vamos
por todo’ trajo como consecuencia que la línea que divide lo moralmente
reprochable, de lo tolerable dentro de una sociedad, se está volviendo cada vez más delgada. Amparados en
consignas vacías, los supuestos militantes del amor nos despojan de los
derechos más básicos y de una sensación que todo pueblo necesita para crecer:
la justicia prevalecerá. Veo difícil que esto suceda si se sigue persiguiendo a
jueces y fiscales que no se dejan seducir por caprichos partidarios.
En Argentina, el
salario de un preso que está dentro de las condiciones del sistema carcelario
es de aproximadamente $4.400, más los beneficios obtenidos (ART, aguinaldo,
vacaciones, llamadas ilimitadas, entre otras). Y cada preso nos cuesta a todos
los trabajadores y jubilados…a todos los argentinos $ 30.000 mensuales. Pero
con las comodidades que les otorgaron recientemente, la delincuencia no
parece una opción descabellada y no se ve tan mal ante los ojos de quien debe
decidir si levantarse a las cinco de la mañana para viajar a trabajar o subirse
a una moto y asaltar turistas a punta de pistola. Considerando, en suma, que la
jubilación mínima jamás se acercó a estos números.
Algunos de los
primeros alcanzados por este beneficio fueron un grupo de presos VIP del penal de Ezeiza.
¿Qué me diría si su padre, o su abuelo, que trabajó toda su vida para brindarle
a usted las mejores oportunidades de desarrollo, hoy perciben un monto menor
que una persona que está detenida por asesinato, violación, robo, corrupción o
narcotráfico?
Poner
los derechos laborales de los presos al mismo nivel que los derechos de un
trabajador. Ahí está el eje principal del debate. Especialmente si contemplamos
que en un año más de 100 mil personas (según cifras oficiales) perdieron su
trabajo, aumentó la tasa de precarización laboral y el empleo en negro. ¿Por
qué la sociedad debe pagarle al recluso cuando es él quien está en deuda con todos
nosotros?
¿Este
es el país que queremos? ¿Una Argentina de
tratamiento desigual, de Derechos Humanos para algunos y de décadas ganadas
para pocos? Por lo menos yo no, y creo que la mayoría de los argentinos
tampoco. DEPENDE DE NOSOTROS QUE ESTO NO
SUCEDA.
Feliz navidad para
todos los trabajadores y jubilados de nuestro país, que se esfuerzan por creer
en un futuro mejor.