Cual elefante espantado por un
diminuto ratón, el zar de los chimentos probó una cucharada de su propio jarabe,
al fin y al cabo, al mejor cazador se le escapa la libre. Peor aún si se te
escapa la tortuga, como al diez, que se le escapó el gato y se le llevó de
contrabando especias varias.
Al parecer esta ola de sucesos de amores,
desamores, traiciones y demás yerbas, no pone sobre alerta a los que aún no
cayeron, sino que parece alentarlos a ser los protagonistas de la próxima
noticia, será tal vez que, cual escorpión aguijoneando a la ranita que lo cruza
de una orilla a la otra, cada uno de estos infortunados amantes no puede vencer
su propia naturaleza.
Y a usted, que los mira como por
arriba del hombro, le digo: ojota! que hasta los más poderosos emperadores
romanos pasaron a degüello por ir tras los encantos (o los cantos, aquí los
traductores no se ponen de acuerdo) de Cleopatra. Alguna vez ya les conté que
Egipto ponderaba a los gatos por sobre muchos otros seres de la creación; hoy en
día la ramificación de estos felinos abarca casi todos los ámbitos de la vida,
pero a diferencia del pasado, la gratificación dejó de ser el endiosamiento
eterno, para aspirar a cosas mucho más banales como bailar en shows
televisivos, conseguir un papel en novelas o hacer temporada en algún elenco
teatral veraniego.
El enemigo más grande de todos estos hijos del
papelón es que la eternidad es cada vez más breve; y al empezar a entrar en años,
los esfuerzos por mantenerse en la cresta de la ola los llevan a denunciar
abducciones alienígenas, sacar a la luz viejos amoríos, presentar en sociedad
sus últimas cirugías estéticas o conseguir un marido que imite a algún cantante
y se desmaye en cámaras por el “sanguche” y la coca.
Las patologías son diversas, aunque
el resultado final sea el mismo; Clinton pagó precio por la combinación
diabólica de un apellido como “lenwisky”, o algo así, con el salón oval, sabido
es que la lengua y los óvalos juntos son dinamita. Tiger Woods fue preso de su
fijación mental “golfística” que lo llevó a ver hoyos por todos lados. El diez
robó tantos balones y aplausos que lo dejaron en off-side, y su relación con
los barras le trajo la maldición de los bombos. Y para cerrar con lo que
empezamos, el chimentero con alma de barrio jodió tanto a media farándula, a
veces con aciertos, a veces vendiendo humo, que para salir del “bolonqui” de
mirra va a precisar incienso y oro. Por eso mis amigos, hay que revalorizar
todas las enseñanzas de los refranes, que fueron inspiradas en historias
similares, vividas por quienes nos antecedieron en este juego de la vida y
zafar de ser el próximo “cazador-cazado”.
Soy
Leo 2014
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