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13/04/14

Quejas de clientes del Banco Provincia: no basta con hacer cola para acceder a las cajas

Viernes. 14.50 horas. La Casa Matriz del Banco Provincia, ubicada en la ciudad de La Plata, rebasa de gente. La cola de clientes es un laberinto confuso y quejoso. A minutos que la atención se clausure hasta el próximo lunes, una supervisora acompañada por un agente policial advierte a los últimos de la fila: “El acceso a  cajas se cierra a las 15”. El aviso desorienta. No se trata de la puerta giratoria que permite el ingreso al banco, se trata del acceso que te acerca a concluir con el trámite. El anuncio indica, ni más ni menos, que todo aquel cliente que esté formando la cola entre la entrada del banco y esos representantes de la entidad, deberá volver el próximo día hábil.

Si existe una postal recurrente en las entidades bancarias, sin ninguna duda la protagonizan los clientes haciendo cola. El objetivo puede ser diverso: desde saldar una deuda, retirar un préstamo, hasta a hacer una simple consulta. Para concluir cualquier trámite bancario antes hay que cumplir con la cola.

Sin embargo, entre todas las colas la que merece un capítulo aparte es la que se forma en la zona de cajas de la Casa Matriz del Banco Provincia de Buenos Aires, cuyo ingreso es por calle 6 entre 47 y 48. Quien ose cumplir un trámite en esa entidad deberá estar preparado a compartir durante no menos de una hora un reducto espacio con un centenar de personas, uno detrás del otro, cumpliendo rigurosamente con un recorrido zigzagueante, delimitado por cintas retráctiles, del que nadie puede escapar.

Este viernes, esa inflexible ceremonia cumplían los clientes del Provincia cuando una nueva medida los tomó por sorpresa. La supervisora de caja, una mujer que ostenta cara de perro buldog y que es, según trascendidos, sobrina de Hilda “Chiche” González de Duhalde, advirtió enfática “el acceso a cajas se cierra a las 15”.

El aviso confundió a los presentes, y sobre todo desorientó a los últimos de las fila. No se intentaba remarcar el horario de cierre del banco, sino informar que todo aquel que se encontrase en la entidad podría ingresar a la línea de caja hasta las 15 horas. Cumplido ese horario debían volver el lunes.

La aclaración enojó a los últimos de la cola que desde hacía largos minutos esperaban lo mismo que los primeros. La diferencia radicaba en que aquellos que se encontraban entre la puerta giratoria  y el lugar  donde estaba la mujer con cara de buldog, acompañada por un oficial de guardia, no podrían concluir con el trámite, aún cuando se encontraban dentro de la entidad.

Desde el banco argumentaron que la medida se tomó para respetar la jornada de trabajo de los empleados del lugar, quienes diariamente se deben quedar después de hora para cumplir con todos los clientes. Sin embargo, la determinación no tuvo en cuenta que las filas serían mucho más cortas y habría más celeridad en los trámites, si en vez de habilitarse seis o siete cajas de las veintitrés, se abriesen la totalidad. La soga, una vez más, se cortó por lo más débil.

La medida, sorpresiva e irrisoria para todos los clientes, comenzó a aplicarse este viernes sin previo aviso. Sólo se enteraron aquellos que, habiendo cumplido el rito de formar la fila, no pudieron cerrar su transacción y que ahora deberán esperar hasta el próximo día hábil y lograr no sólo llegar al banco antes que cierre sino ingresar a la zona de cajas antes de que las 15 suenen en el campanario de la Iglesia más cercana.

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