La política bonaerense se ha
convertido en un hervidero y la temperatura sube día a día. Lo que hasta ahora
eran murmullos de pasillo, hoy es una realidad inminente: el gobernador Axel
Kicillof y el líder de La Cámpora, Máximo Kirchner, se encaminan a una disputa
abierta, sin mediadores, por la conducción del Partido Justicialista (PJ) de la
provincia de Buenos Aires. Una pelea de fondo que es mucho más que un sello
partidario: es la primera gran batalla por el liderazgo del peronismo tras la
derrota y la reorganización de fuerzas de cara al 2027.
Pero del otro lado, el
escenario cambió. Axel Kicillof, fortalecido por su gestión y la estrategia
electoral que le permitió ganar en 100 de los 135 municipios, ya no está
dispuesto a jugar un papel secundario. Junto a un grupo de intendentes del
"Movimiento Derecho al Futuro" (MDF), el gobernador prepara una lista
propia para disputar la conducción. No es un dato menor: el peronismo
bonaerense podría vivir una interna abierta por primera vez en más de dos
décadas, un sismo político de consecuencias impredecibles.
Esta interna no es solo por
oficinas y sellos; es una colisión de dos modelos. Por un lado, Máximo Kirchner
busca sostener la identidad kirchnerista y el control del aparato partidario
que su espacio ostenta desde 2021. Por el otro, Kicillof y los jefes comunales
promueven una reconstrucción basada en la "gestión territorial", un
peronismo de gestión que responda a las demandas de los municipios y que ve en
el gobernador la figura central de esta nueva etapa.
Mientras nombres como el de Verónica Magario o Mariel Fernández suenan como posibles candidaturas de síntesis o alternativa, la realidad es que el tablero está servido para un choque de titanes. La gran pregunta que resuena en La Plata y en cada unidad básica es quién ordenará al peronismo en su bastión principal y quién proyectará el liderazgo nacional para lo que viene. La batalla por la provincia de Buenos Aires acaba de empezar.
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