Desde el comienzo mismo de los
tiempos, el amor, el poder y la muerte fueron muy de la mano, basta con repasar
la historia de Caín y Abel, donde un hermano invadido por la envidia acometió
contra el otro. Si todavía no te queda claro, tenés la parábola del hijo
pródigo, no en vano, siglos más tarde, el Martín Fierro nos aconsejaba “ … los
hermanos sean unidos …” hecho que inspiró a los Rodríguez Saa para gobernar San
Luis.
Pero no solo los hermanos son
ejemplo de la combinación amor, odio y poder; los reyes sumerios fueron
testigos de cambios de dinastía propiciados por familiares directos, de allí
surgió la necesidad de las matemáticas que ellos inventaron, ya que al no
existir registro civil, las noches de lujuria de la realeza generaban críos por
todo el palacio y llegó el punto en que nadie sabía a ciencia cierta cuántos
pibes tenía, y mucho menos si eran hijos o sobrinos suyos. El descalabro
amoroso continuó en otros imperios como el egipcio o el romano, donde esclavas,
plebeyas y jóvenes nobles se prodigan arrumacos a troche y moche y si bien se
creía que todo el poder pasaba por los hombres, eran generalmente las chicas
las que ejercían fuertes influencias en los destinos de los pueblos, al llenar
las cabezas de sus amantes noche tras noche, es que sin televisión ni internet,
no había otra cosa que hacer que joder a la pareja de turno, algo que
lamentablemente perduró hasta nuestros días.
En un intento desesperado, el
hombre dejó las túnicas y símil faldas para utilizar pantalones, esperando -con
la nueva prenda- establecer un poder sobre quienes usaban polleras, algo que no
se logró del todo y que le terminó costando la vida al sastre que tuvo la idea,
ya que la relación costo-beneficio no fue la esperada, solo un poco de poder
adicional contra la picazón de la tela y la resignación del frescor que la
falda daba a los genitales.
El amor nunca dejó de
emparentarse con quienes gobernaban el mundo; además, en la Antigüedad la esperanza
de vida era mucho menor, por lo tanto, no había demasiado tiempo para esperar
al príncipe azul, y los arreglos matrimoniales estaban a la orden del día, por lo cual, la
hija más amada podía transformarse en un rebaño de ovejas en los estratos más
bajos, hasta llegar a valer hasta un principado entero en tiempos de inflación
y casamientos blue. Otorgar un hijo
varón a algún heredero al trono se cotizaba más que ganar una champions league, y cuando los precios
de los matrimonios se dispararon a las nubes, se diseñó el cinturón de
castidad, que funcionó como una especie de cepo cambiario. Ese hecho de fuerza
mayor, terminó catapultando el oficio de cerrajero al mismo nivel que al de un
integrante de la mismísima mesa redonda del Rey Arturo.
Con la paulatina desaparición de
los reinados, y su reemplazo por gobiernos, el arte de mandar encontró en la
política, la definición perfecta para todos aquellos actos y sucesos en torno a
la administración del poder, y fue un antes y un después en las relaciones
sexuales, ya que cuando algún primer ministro casquivano quiso darle “palo y a
la bolsa a una cuñada, le espetaron “cuidado” más respeto que es tu hermana
política, y la política nos obliga a mantener una imagen pública y una investidura;
fue tal el desencanto del mandatario que mandó a matar a todo su gabinete de la
bronca, pero los parientes políticos dejaron de ser objeto de acoso, “para qué
complicarnos con familiares”, dijo un congresista, “si hay amigas, vedettes,
modelos y un sinfín de doncellas a quienes hincarles el diente”, es que como
dice la canción, la cosecha de mujeres nunca se acaba; así, el amor, la muerte
y el poder encaminaron sus destinos y desde entonces conviven en armonía.
Soy Leo 2014