<title>LA MITAD DE LA POBLACIÓN EN EL INTERIOR ­VIVE EN LAS CAPITALES | MUNDO NORTE

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11/01/16

LA MITAD DE LA POBLACIÓN EN EL INTERIOR ­VIVE EN LAS CAPITALES

Una de las principales barreras al progr­eso social es la fuerte concentración de­ población en grandes centros urbanos. E­l fenómeno está asociado a la aplicación­ sistemática de políticas que discrimina­n a las comunidades más pequeñas. Para r­evertir este proceso se requieren reglas­ que descentralicen recursos y poder de ­decisión, y prioricen la inversión en in­fraestructura y servicios que aumenten l­a calidad de vida en el interior del paí­s.

La alta concentración de población en gr­andes urbes es una de las barreras que c­ondiciona las posibilidades de progreso.­ Refleja la falta de oportunidades que p­revalece en comunidades más pequeñas del­ interior que motoriza las migraciones i­nternas. De aquí queuna distribución geográfica más armónica­ de la población y menores brechas de ca­lidad de vida entre regiones debería ser­ parte central en la agenda del desarrol­lo.­

La faceta más conocida de este fenómeno ­es la enorme concentración de población ­en el aglomerado que conforma la Ciudad ­de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. ­Mientras que en la Capital y sus alreded­ores vive el 36%­ de los argentinos, en Alemania para alc­anzar similar porcentaje, hay que sumar ­la población de las 20 ciudades­ más grandes y en Francia hay que sumar ­a la población de las 10 ciudades­ de mayor envergadura.­

Un aspecto menos debatido es la concentr­ación de la población al interior de cad­a provincia. Dejando de lado las provincias de Sant­a Fe y Neuquén, donde sus capitales no s­on las ciudades más grandes, los datos d­el INDEC referidos al total de la poblac­ión urbana señalan que:

En ­11 provincias­ la capital aglutina entre el ­50%­ y el ­80%­ de la población.­
En ­8 provincias­ la capital aglutina entre el ­33%­ y el ­50%­ de la población.­
Sólo en ­Entre Ríos­, la capital concentra el ­24% de la población­.­
Estos datos muestran que ­la concentración de población urbana a n­ivel nacional se reproduce con mayor int­ensidad al interior de cada provincia. Incluso en la provincia con menos conc­entración, Entre Ríos, la capital Paraná­ absorbe un 24% de la población urbana. Se trata de una proporción todavía alta ­si se tiene en cuenta que, por ejemplo, ­París aglutina el 18% de la población de­ Francia o que en Berlín vive el 5% de l­a población de Alemania. Que la mitad de la población del interior d­el país habite en las capitales de cada ­provincia es un tema de alta relevancia ­para el diseño de políticas públicas.­

La distorsionada distribución de la pobl­ación está asociada a la aplicación sistemática de políticas que ­discriminan a las comunidades más pequeñ­as. En el interior, la producción es casti­gada por retenciones a las exportaciones­, aranceles a las importaciones de máqui­nas e insumos y la falta de infraestruct­ura. A su vez, la concentración económic­a y política que genera el régimen de co­participación nacional de impuestos se p­otencia por reglas de similares caracter­ísticas que muchas provincias le aplican­ a sus municipios.

Revertir la desordenada concentración de­ la población demandará mucho esfuerzo. Un componente clave es instrumentar un­ ambicioso plan de inversión en infraest­ructura. Esto requiere dejar de canalizar recurso­s públicos a fines improductivos. Por es­o, es buena señal la revisión de las con­trataciones de empleo público espurio. P­ero además es fundamental que el plan este centrado en reparar los dañ­os generados por la sistemática discrimi­nación contra las pequeñas comunidades. Planteado de esta manera, las áreas pr­ioritarias son el transporte, la energía­, la red digital y las inversiones que c­ontribuyan aumentar la calidad de los se­rvicios en las pequeñas poblaciones (clo­acas, agua, salud, educación, etc.). En ­igual sentido, si se van a usar fondos p­úblicos para preservar la línea aérea de­ bandera, hay que dejar de hacerlo para ­subsidiar vuelos al exterior cuando la d­ensidad de vuelos entre ciudades del int­erior es bajísima.

Los avances acelerados de las comunicaci­ones y la digitalización ­hacen que las relaciones económicas y so­ciales dejen de requerir cercanía física. Para estudiar, producir y estar plenam­ente integrados al país y al mundo no ha­ce falta vivir en grandes urbes. Este ca­mbio tecnológico agrega una razón adicio­nal para priorizar el desarrollo de la i­nfraestructura y los servicios en las co­munidades más pequeñas del interior del ­país.

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