"Las estadísticas son como las `bikinis´: lo que muestran es importante, pero lo que ocultan... ¡Es fundamental!".
Casualmente, esa frase, de la cual no pretendo hacer un juicio de valor moral, se la escuché pronunciar a Javier Milei en reiteradas oportunidades al momento de hablar sobre la coyuntura socio económica nacional. Su expresión tiene una finalidad muy clara: demostrar la importancia de la estadística como método para interpretar y analizar la realidad, sin desconocer la imposibilidad de su lectura como un conglomerado de números, carente de contexto.
Precisamente por ello, lo "fundamental" está en lo que se "oculta". Por caso, no es una circunstancia azarosa que el gobierno nacional haya querido aprovecharse de este resultado distorsionado que muchas veces nos ofrece la estadística, al expresar que la recuperación económica de este año era una "récord". Justamente, ante un resultado desastroso cualquier mejora puede ser vista desde la estadística como un crecimiento exponencial, cuando en los hechos no esté ni cerca de serlo.
Ahora bien, dicho esto, los invito a trasladarnos un
par de décadas en el tiempo para analizar algunos hechos que hicieron al
contexto que rodeó al gobierno del Dr. Raúl Alfonsín y que, como es sabido,
culminó con una hiperinflación y la entrega anticipada del mandato a quien lo
sucedió, Carlos S. Menem.
Un factor extremadamente relevante a tener en cuenta
al momento de analizar el gobierno de Raúl Alfonsín, fue el ingreso al Congreso
de la Nación del proyecto de ley conocido popularmente como "Mucci",
a los once días de haber asumido la presidencia. "La legislación
garantizaba la representación de las minorías opositoras, proporcionaba la
fiscalización del Estado para que haya transparencia en los comicios y hasta
flexibilizaba los requisitos para ser candidato gremial.", expresó Juan
Piscetta, en una nota escrita en el portal “Infobae”, titulada "Raúl
Alfonsín y los sindicatos: el proyecto de ley que selló una enemistad sin
retorno." El objetivo de Alfonsín no era la desarticulación del movimiento
sindical, que lejos estaba de su pensamiento filosófico político, sino la
democratización de estructuras burocráticas que, en muchos casos, y como había
denunciado durante su campaña como candidato a presidente, tenían incluso vinculaciones
con la dictadura del 76 ("Pacto militar- sindical").
¿Qué sería de los sindicatos que tenemos en la
actualidad si hubiese prosperado esta ley? Es una pregunta para la cual
carecemos de respuesta, aunque la imaginamos, pero lo que sí es un hecho incontrastable
fue la unificación de una CGT que se encontraba dividida, lo que derivó en
trece (13) paros generales que padeció Alfonsín durante su gobierno.
Una segunda cuestión a considerar al momento de
analizar el gobierno de Raúl Alfonsín, fue la herencia económica recibida por
parte de la dictadura militar: asume la presidencia con 14% de déficit fiscal,
el más alto de la historia. A todo esto, hay que adicionarle el descomunal
incremento de la deuda externa por parte de la dictadura (pasó de 7.800 millones
de dólares en 1976 a 45.000 millones de dólares en 1983), lo que significó la
imposibilidad de acceder al financiamiento internacional; la inercia
inflacionaria arrastrada (el último año de la dictadura la inflación había sido
de 343,5%), y; la caída consecutiva del PBI (-5,7% en 1981 y -3,1% en 1982).
Otra circunstancia muy importante a considerar, y que
económicamente explica el contexto en el cual estuvo inmerso el gobierno de
Raúl Alfonsín, fue la siguiente: ante los cambios de paradigmas mundiales, y
acercándonos a la etapa final del ambicioso Plan "Austral", se
propone la "privatización parcial y/o total de las empresas
estatales" con la finalidad de modernizar el Estado, así como de encausar
las cuentas fiscales y evitar acelerar la emisión monetaria. Esta iniciativa,
desconocida en la actualidad por mucha gente, fue bloqueada por el Partido
Justicialista, so pretexto de ser medidas que iban en detrimento de los
intereses de la nación. Lo irónico del argumento esgrimido por el bloque
Justicialista fue el hecho de que años más tarde, y bajo el gobierno de Carlos
S. Menem, ellos habrían de efectuar esas privatizaciones de una forma
completamente desmedida y en una suerte de capitalismo corporativo, ahora sí
notoriamente perjudicial para los intereses del país.
Y como si esto fuera poco, en el medio de todo este
caótico contexto que padecía el gobierno de Raúl Alfonsín, se debía reconstruir
la moral de una sociedad azotada por más de una década de violencia política,
incluidos siete años de la dictadura más sangrienta de la historia. En ese
sentido, en el año 1985 se llevó a cabo un juicio que daría vueltas a lo largo
del mundo por su ejemplaridad. Ello se debió a la transparencia con la cual se
efectuó el proceso: se juzgaron con todas las garantías ofrecidas por el debido
proceso en el marco de un Estado de Derecho a los responsables de las
atrocidades perpetradas durante la dictadura militar 1976-1983, así como a las
cúpulas de los grupos guerrilleros de años previos- algo que también es
conocido en la actualidad por poca gente-, sin equiparar, desde ya, el accionar
de ambos y desmintiendo categóricamente la teoría de "los dos demonios".
Pero esto también tuvo su costo político e influyó en el contexto que rodeó al
gobierno de Alfonsín: como consecuencia de estos avances padeció varios
alzamientos militares que pusieron en jaque la democracia, siendo el más
recordado el ocurrido en Semana Santa de 1987.
¿Podemos hablar del resultado final sin conocer cómo
fue el recorrido que llevó al mismo? Sabiendo del contexto que rodeó su
gobierno y todo lo que se intentó hacer, ¿Podemos hablar con tanta dureza de
Raúl Alfonsín? Democratización del modelo sindical, modernización del Estado,
reducción del déficit fiscal, ¿Acaso no son premisas que ustedes, jóvenes
liberales, defienden? ¿No será que la política, como la vida, no es solo
teoría, sino más bien practica? ¿Qué por más claros que uno tenga los
conceptos, muchas veces las cosas no dependen solo de la buena voluntad? Y eso no
es quitar responsabilidades, cuando se está en el poder se es responsable de lo
bueno y lo malo de la gestión. Es así. Pero entender el todo, sin mirar solo lo
último, es un ejercicio necesario a la vez que justo para hacer el balance de
un gobierno.
Raúl Alfonsín jamás desconoció sus falencias y siempre
se hizo cargo de los errores cometidos bajo su gobierno. Por eso cuando habló
en la sociedad rural, siendo abucheado por una muchedumbre hostil, no dudó en
decir que él “podría sumar, señor presidente, críticas a la que usted me
formula. Yo sé y empiezo por decirles a todos, como hombre humilde de esta
argentina que me ha elegido presidente, que he cometido errores…”. Y nos dejó
sobre el final una frase que sintetiza en gran medida su legado, el cual va más
allá de una mera lectura economicista: “Yo los invito para seguir discutiendo.
No vamos a cambiar nuestras posiciones, pero estoy seguro que pueden ser
perfeccionadas, que pueden ser enriquecidas.”
Santiago Tulián
Presidente de la JR de La Matanza