El INDEC publicó las cifras
del segundo semestre de 2024, que muestran una reducción en los niveles de
pobreza e indigencia. Sin embargo, el panorama sigue siendo crítico,
especialmente para los niños, niñas y adolescentes. ¿Qué hay detrás de los
valores de pobreza monetaria?
Esta mejora puede explicarse,
principalmente, por la desaceleración inflacionaria observada en la segunda
mitad del año, que permitió una recuperación parcial del poder adquisitivo de
los ingresos. En contraste, el primer semestre estuvo marcado por un contexto
de alta inflación que deterioró fuertemente la capacidad de compra,
especialmente de los hogares más vulnerables.
Por otro lado, el análisis de
la pobreza por grupo etario permite identificar con mayor precisión qué
sectores de la población son más vulnerables. Y los datos son contundentes: los
menores de 18 años son, por lejos, el grupo más afectado.
¿Cómo impacta la pobreza en
los niños?
En el segundo semestre de
2024, el 52,7% de los niños, niñas y adolescentes se encontraban en situación
de pobreza monetaria. Este dato no solo es alarmante por su magnitud, sino
también por su persistencia: desde diciembre de 2016, la pobreza infantil se ha
mantenido sistemáticamente por encima del promedio general, mostrando que la
infancia enfrenta condiciones estructurales de vulnerabilidad que no se
corrigen con el tiempo. Como se puede observar en el Gráfico 1, esta realidad
afecta de manera similar a la primera infancia (0-5 años), la infancia (6-11
años) y la adolescencia (12-17 años), sin grandes diferencias entre estos
subgrupos.
Sin embargo, estos datos sólo
capturan la pobreza desde una perspectiva monetaria, que representa apenas una
parte de las múltiples carencias que enfrentan estos hogares. Al observar con
mayor detalle las condiciones estructurales de los hogares con niños en
situación de pobreza, el panorama se vuelve aún más preocupante.
Pobreza multidimensional
El 24% de los hogares con
niños en situación de pobreza no cuenta con ningún integrante que haya
completado la enseñanza obligatoria, lo que limita seriamente sus posibilidades
de acceder a empleos de calidad. Al analizar su participación en el mercado laboral,
se observa que el 25% de los jefes y jefas de hogar están desocupados o
directamente inactivos. Entre quienes sí tienen empleo, el 53% lo hace en
condiciones de informalidad, ya sea como asalariados no registrados o como
cuentapropistas no profesionales. Esta precariedad laboral impacta directamente
en la estabilidad de los ingresos y el acceso a derechos básicos.
En el plano de la educación,
los niveles de calidad educativa son alarmantemente bajos. Según los resultados
de las pruebas PISA 2022 —que son exámenes internacionales que evalúan
competencias en matemáticas, lectura y ciencias en estudiantes de 15 años—, el
88,3% de los alumnos de menores ingresos no alcanzó el nivel mínimo de
desempeño en matemática, el 72,5% no lo logró en lectura, y el 71% en ciencias.
En términos de infraestructura
básica, la mitad de los hogares con niños pobres no accede a gas por red, y el
14% carece de conexión a agua corriente.
Por último, más del 42% de
estos hogares declara depender de ayudas sociales como parte de sus ingresos
mensuales, lo cual revela un nivel alto de vulnerabilidad y dependencia del
Estado para subsistir.
Esta combinación de pobreza de
ingresos, falta de acceso a servicios básicos, precariedad laboral y bajo nivel
educativo configura un escenario de vulnerabilidad multidimensional, que
condiciona las oportunidades de desarrollo de millones de niños y niñas. Que 5
de cada 10 menores en Argentina crezcan en contextos de pobreza es un dato que
interpela. Si no se garantiza una infancia con condiciones dignas, no hay
posibilidad real de construir un futuro con mayor equidad.
¿Cómo romper el círculo de la
pobreza?
La pobreza coyuntural bajó, y
esto se debe a que su principal determinante es la inflación y la erosión que
esta provoca en las remuneraciones de los trabajadores, al lograr controlar la
inflación permitió que algunas remuneraciones recuperaran poder adquisitivo.
Sin embargo, la pobreza estructural exige soluciones de fondo, y lograr
reducirla es un desafío de largo plazo que implica abordar múltiples factores
como trabajo, educación, salud y vivienda.
Por lo tanto, no alcanza con
aumentar el gasto público en programas asistenciales, como se ha hecho durante
los últimos gobiernos, si no se transforman las condiciones de fondo que
perpetúan estas condiciones de vulnerabilidad.
Como revelan los datos, la
infancia es el grupo más afectado, y eso debería encender todas las alarmas. Un
factor determinante es la situación laboral de los jefes y jefas de los hogares
de estos niños. Sin acceso a empleos de calidad, ya sea por su bajo nivel
educativo o por las barreras del mercado formal, las posibilidades de mejorar
sus condiciones de vida son muy bajas, y por lo tanto, sus hijos difícilmente
puedan escapar de esa realidad.
En este escenario, la
Asignación Universal por Hijo (AUH) cumple un rol relevante, por su
focalización en la niñez y sus condiciones de corresponsabilidad, como la
asistencia escolar y el cumplimiento del calendario de vacunación. Sin embargo,
no deja de ser un paliativo ante la emergencia.
Una herramienta efectiva para
combatir la pobreza es aumentar la cantidad y calidad del empleo. Para lograrlo
es clave generar un entorno propicio para la inversión y el crecimiento
económico.
En consecuencia, respecto al
mercado laboral, eliminar regulaciones que obstaculizan la actividad económica,
simplificar el sistema tributario, modernizar las leyes laborales y los
convenios colectivos para adaptarlos a las realidades del mercado, el avance
tecnológico y las posibilidades económicas de cada empresa, en especial de las
pymes, es el paso que Argentina tiene que dar.
Por otro lado, es fundamental
transformar el sistema educativo para garantizar la finalización del secundario
con altos estándares de calidad. Esto debe ir acompañado por una
reestructuración del nivel medio, para incluir la educación vocacional.
Brindar formación técnica y opciones concretas de empleabilidad es la forma más efectiva de ofrecerles a los jóvenes de hogares pobres, herramientas reales para construir un futuro mejor, ya sea a través del acceso a un trabajo digno o la continuidad de sus estudios.
FUENTE: IDESA