Por Román Reynoso para Mundo
Norte
El 10 de diciembre de 1983 no
fue simplemente un cambio de mando. Fue el día en que la Argentina dejó atrás
la noche más oscura de su historia para abrazar una promesa que, 42 años
después, sigue vigente: la vida en libertad. Aquella jornada, Raúl Ricardo
Alfonsín asumió la Presidencia de la Nación con un desafío que hoy, a la
distancia, parece imposible: reconstruir el tejido social de un país devastado
por el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas y una economía en ruinas.
La promesa de democracia para
siempre
Alfonsín no solo ganó una
elección; ganó la batalla cultural de convencer a una sociedad herida de que la
democracia era el único camino posible. Su "rezo laico", recitando el
Preámbulo de la Constitución Nacional en cada acto de campaña, se convirtió en
el mantra de una generación. "Con la democracia se come, se cura y se
educa", dijo, marcando un horizonte ético que, si bien en lo económico
tuvo deudas pendientes, en lo institucional fue fundacional.
La valentía en soledad: el
Juicio a las Juntas
Para dimensionar la figura de
Alfonsín, hay que entender el contexto geopolítico y fáctico de 1983. Argentina
estaba rodeada. Augusto Pinochet gobernaba con puño de hierro en Chile, Alfredo
Stroessner en Paraguay y Brasil iniciaba una lenta transición tutelada por los
militares. En ese escenario hostil, y con las Fuerzas Armadas argentinas aún
armadas y conservando un enorme poder de fuego y presión política, Alfonsín
tomó la decisión más audaz de la historia moderna: juzgar a los comandantes de
la dictadura.
No fue un juicio de
"vencedores contra vencidos" como Núremberg. Fue un tribunal civil,
bajo las leyes de la República, juzgando a militares que todavía tenían
capacidad de golpe. La creación de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas) y el posterior Juicio a las Juntas en 1985, con el
fiscal Julio César Strassera pronunciando el histórico "Nunca Más",
sentaron un precedente jurídico mundial y devolvieron la dignidad a las
víctimas.
Logros que moldearon la
República
Más allá del juicio, la
gestión alfonsinista (1983-1989) dejó hitos que modernizaron la sociedad:
- Paz con Chile:
El Tratado de Paz y Amistad de 1984 evitó una guerra inminente por el
Canal de Beagle, resuelta a través de un plebiscito histórico.
- Divorcio Vincular y Patria Potestad:
Se sancionaron leyes que igualaron derechos civiles fundamentales,
resistidas fuertemente por sectores conservadores y la Iglesia de la
época.
- Plan Nacional de Alfabetización:
Un esfuerzo masivo que redujo drásticamente el analfabetismo y fue
premiado por la UNESCO.
La democracia como carrera de
postas
Desde aquella entrega
anticipada del mando en 1989 hasta hoy, diciembre de 2025, la democracia
argentina ha demostrado una resiliencia asombrosa. Hemos atravesado
hiperinflaciones (1989, 1990), el neoliberalismo y la convertibilidad de Carlos
Menem, la crisis terminal de 2001 que se llevó puesto al gobierno de la
Alianza, la etapa del kirchnerismo con su enfoque en derechos humanos y
polarización política, el intento de cambio de gestión de Mauricio Macri y la
irrupción del fenómeno libertario con Javier Milei.
Cada gobierno ha tenido sus
luces y sombras, sus éxitos y sus fracasos rotundos en materia económica y
social. Sin embargo, el logro titánico de Alfonsín permanece inalterable: las
crisis, por más severas que sean, se resuelven dentro del sistema. Ya no golpeamos
las puertas de los cuarteles; votamos. Ese "pacto democrático", que a
veces parece crujir, es el legado más valioso que un hombre de Chascomús le
dejó a la posteridad.
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