El nuevo estilo
presidencial, caracterizado por su no aparición en público es, en sentido
contrario, tan antidemocrático como el anterior. Su sobreexposición chavista
ocupando cuanto espacio hay en lo medios expresaba el liderazgo prepotente
propio del populismo. Ahora, el misterio y el silencio impenetrables lo ubican
más cerca de los estilos totalitarios orientales o de la vieja Unión Soviética,
donde había especialistas en desencriptar los gestos de los jerarcas del
régimen, que jamás declaraban nada. Un ejemplo más actual es el dictador de
Corea del Norte, Kim Yom Um, que acaba de ejecutar a su tío Jang Song-thaek
arrojándolo a una jaula con perros. Es evidente que la presidente espera, para
reaparecer, algún hecho resonante que pueda inscribirse en la saga
kirchnerista. Por ejemplo, el anuncio de que el gobierno se hará cargo de la
mayoría accionaría y del gerenciamiento de EDESUR y EDENOR, plan en el que
trabajan día y noche Axel Kicillof y Emmanuel Agis, su mano derecha. En el día
a día económico no hay buenas novedades, ya que el dólar blue volvió a
dispararse, igual que la inflación. Devaluado pero todavía resistente, Jorge
Capitanich lucha con sus pares gobernadores para evitar una estampida de cuasi
monedas que le pondrían al 2014 un aire de 2001. Para más de uno, la inminencia
de la oleada de pedidos de aumentos salariales por encima del 30% no
conformaría un clima ideal para el reingreso en escena de CFK.
En lo político, con el
silencio presidencial y el repliegue K, el gobierno le ha cedido terreno al más
movedizo de los precandidatos, Sergio Massa, en tanto que Daniel Scioli, con
las cuentas al rojo, sigue inmovilizado políticamente, porque el despliegue,
escasamente efectivo, de Capitanich le quita espacios dentro del oficialismo.
Como no hay un hecho
político de primer orden a la vista, los actores se mueven en la incertidumbre.
Si el gobierno le pusiera fecha a la interna para elegir autoridades en el PJ
Nacional, el peronismo se movilizaría y se verían las intenciones políticas
presidenciales. Es decir, si ella se corona como sucesora de Kirchner indicaría
que asumirá un rol político central; si delega, en cambio, en un personaje
light, como el gobernador de Jujuy Eduardo Fellner, se trataría de una maniobra
intrascendente. Pero si unge a un presidenciable, Scioli, Capitanich o
Urribarri, estaría señalando por dónde pasa el eje de la estrategia para el
2015. Como es obvio, sólo son probables las alternativas 1 y 2. La 3 es casi un
imposible. CFK jamás designará sucesor hasta el último momento que le permita
el calendario electoral.
La oposición, también con poco
Como suele pasar, el
inmovilismo presidencial también tiende a adormecer a la oposición, que salió
de su sopor revitalizando una alianza de centro izquierda con eje en Hermes
Binner. Pero éste estaría fuertemente tironeado por el aparato del Partido Socialista
de Santa Fe, que le transmite el siguiente razonamiento: en el 2015, Antonio
Bonfatti no podrá ser reelecto y el socialismo corre serios riesgos de que
Miguel del Sel le arrebate la gobernación. Así las cosas, Binner tiene motivos
muy serios para cuidar su principal bastión, pues si el socialismo lo perdiera
correría riesgo de disolución.
En el PRO, la batalla por la
sucesión de Mauricio Macri es el juego número uno y se anotan como antes
Gabriel Michetti y Horacio Rodríguez Larreta. Pero ambos son reacios a disputar
una primaria. Michetti, porque sabe que su contrincante es dueño de una
capacidad financiera y una logística difíciles de superar en el terreno. Y a su
vez, Rodríguez Larreta le teme a la capacidad de su rival de movilizar el voto
independiente.
Finalmente, el massismo no
sólo intenta acumular radicales sino que apura el ritmo como si fuera a haber
elecciones en los próximos meses. La realidad es que Massa ya dijo en varias
reuniones que el adelantamiento de las elecciones presidenciales no es una mera
hipótesis.
En el kirchnerismo a su vez,
nadie se la imagina a CFK escapándose del poder a toda velocidad.
by Carlos Tórtora