A cinco años de la muerte de Alfonsín, las instantáneas de José Ignacio López - MUNDO NORTE

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02/04/14

A cinco años de la muerte de Alfonsín, las instantáneas de José Ignacio López

Quien fuera el vocero de Raúl Alfonsín nos cuenta fotografías de un tiempo dinámico y difícil de la Argentina, como solo alguien que ha estado muy cerca del poder puede contar. Desde Noviembre del 83´ hasta el 89 José Ignacio López trabajo con el presidente, luego se transformó en su amigo.


Vocero de Alfonsín y hombre del periodismo argentino, José Ignacio López puede recordar al ex presidente como pocos. Y pintarnos una época que parece lejana pero que se hace reciente en cada situación de la débil y problemática democracia argentina.
“Aquél  octubre él llevaba meses de prédica recitando el Preámbulo en una inolvidable campaña y a mí me esperaba una gran sorpresa,  la mayor de la vida. Cuatro días después de aquél domingo de elecciones, asomó la noticia inesperada: están pensando llamarte para que seas el vocero del Presidente”.
“Era  10 de noviembre cuando David Ratto, me acompañó hasta la quinta de  Boulogne.Desde el día siguiente, acompañé al presidente Alfonsín en toda su gestión y permanecí trabajando con él hasta diciembre de 1989. Hacer memoria, revivir, aquel tiempo  liminar es evocar un momento de alegría compartida, de disposición colectiva a la acción conjunta, a la reconstrucción de la confianza”.   
“Remontarnos al espíritu dominante en aquélla primavera del 83, era, es siempre,  una invitación para celebrarla más unidos, más dispuestos a tender la mano,  a revisar actitudes y conductas propias, a asumir la dirigencia, toda la dirigencia, su cuota parte de responsabilidad en esta transición extendida en el tiempo por mezquindades activas y grandezas ausentes”.
Su despedida
“Ese interminable,  desfile ciudadano ya apresado definitivamente por la memoria colectiva, ese cortejo multitudinario y conmovedor fue, creo,  la respuesta acorde a su legado: su conducta honrada, su forma de hacer política. Ese legado se había hecho explícito, directo, en el último discurso que escribió y dijo ante la presidenta de la Nación al descubrirse su busto en la Casa Rosada”.
“Cinco años atrás, aquélla noche, el bastón del que  se había valido para incorporarse ya no estaba en sus manos. Había quedado en el vestíbulo  austero y despojado como los ocupantes del antiguo departamento de la avenida Santa Fe. Otro bastón, el de mando con el escudo nacional en la empuñadura, también estaba allí. En sus manos firmes y tan limpias como siempre lo tuvo  por casi seis años después de aquél histórico 10 diciembre  del inolvidable 1983”.
“¡Cuántas veces, cuántas noches de tensión y vigilia, lo vi en sus manos mientras cavilaba, mientras me confiaba su silencio, su ir y venir por la casona de Olivos o por el despacho de los presidentes! Tomaba el bastón, lo blandía a veces; jugueteaba otras. Preludio de una decisión, en ocasiones”. 
“El ultimo bastón que algunos vimos en sus manos temblorosas, debió usarlo para sostenerse, cuando la enfermedad comenzó a debilitarlo”, relata López con cierta sensibilidad.
“Distinto bastón la misma prédica: el dirigente debe Orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones”.
“Estaba lúcido, espiritualmente sereno y en paz con su conciencia pero como tantas otras veces angustiado por el desvarío de una dirigencia no sólo política atrapada por la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad… la indisponibilidad para el diálogo y el acuerdo”, rémoras con las que carga nuestra democracia.
“Alfonsín lo siguió creyendo hasta su último suspiro. Sin declararse vencido aunque hasta su lecho llegaba el eco del festival de mezquindades ofrecido por  dirigencias de todo orden de un lado y otro del poder  que abruma a una sociedad desconcertada por un discurso que describe los efectos corrosivos de la crisis  pero que no asume conductas consecuentes”
“Por eso al modificarse sin consenso  el calendario electoral volvió a clamar en su texto póstumo que era   necesario el  dialogo para resolver los preocupantes temas institucionales, sociales y económicos que nos agobian.  Y hasta creyó  necesario decir que no lo animaba ningún interés personal. ¡Tanta es la desconfianza que nos disgrega!”
Y con un hilo de voz dictó esas  líneas:
No se puede demorar más un acuerdo entre las distintas fuerzas políticas y sociales en defensa de la República y de la gobernabilidad, condiciones básicas para defender  la producción y el empleo
“¿No es ése acaso su legado? Lo había dejado dicho aquella tarde  junto a su busto recién emplazado la última vez que volvió a la Casa Rosada y pasó entre los granaderos  como tantas mañanas y tantas noches de aquel período de transición, augural de la democracia recuperada”.
Ese día, con la Presidenta a su lado, desde su firme convicción tendió su mano y lanzó su deseo esperanzado: “Propongo que todos lo intentemos con la cabeza y el corazón en el presente y la mirada hacia el futuro. Porque los argentinos hemos vivido demasiado tiempo discutiendo para atrás”. 
La política no es solo conflicto, también es construcción, predicó esa tarde, y aludió a la crisis global que nos sacudió y nos sacude convencido de que no sería posible resistir “si no hay una generalizada voluntad nacional al servicio de lo que debieran ser las  más importantes políticas de Estado expresada en la existencia de partidos políticos claros y distintos, renovados y fuertes, representativos de las corrientes de opinión que se expresan en nuestra sociedad”.
Aquel jueves de abril en  el Salón Azul, ante el féretro del ex presidente, durante los discursos de despedida experimenté  la sensación de que ahí se estaba plantando la semilla y en el lugar justo, el Congreso, el lugar del diálogo y los acuerdos en la democracia. ¡Tanto que hablamos de la Moncloa!!  Ahí estaba la simiente: no digo que sea automático ni fácil. Hay que ponerle empeño, audacia, actitudes de cambio, renunciamientos, grandezas. Muchos  fuimos  testigos allá por el 2002 que aparecían indicios de conductas de cambio, de asunción de responsabilidades, de disposición a discutir mirando para adelante, sin enzarzarnos en ese debate paralizante que solo buscar cargar las culpas en el otro.
Por  el recuerdo que lo enorgullece López se  permite que por un momento retomar el rol de portavoz y dice con el presidente Alfonsín
“Tenemos una democracia real, tangible, pero coja e incompleta y, por lo tanto, insatisfactoria: es una democracia que no ha cumplido aún con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construido aún un piso sólido que albergue e incluya a los desamparados y excluidos. La intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad, la concepción del orden como imposición y del conflicto como perturbación antinatural del orden, la indisponibilidad para el diálogo, la negociación, el acuerdo o el compromiso, han sido maneras de ser y de pensar que echaron raíces a lo largo de generaciones en nuestra historia. Y que por cierto, constituyen todavía hoy una de las principales rémoras y déficit con las que carga nuestra democracia”.
Hacer memoria para construir, de eso se trata. No para hurgar en el pasado y rescatar leños humeantes sólo destinados a  atizar la riña política de hoy.

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