El conflicto entre la Nación y
la Provincia de Buenos Aires explicita lo peor de la coparticipación. Resulta
muy paradójico que en la provincia más rica de la Argentina la seguridad
dependa de la ayuda nacional. Otra evidencia de lo prioritario que es un
Acuerdo de Coordinación Tributario y Funcional para superar la coparticipación.
Las provincias reciben desde
el nivel central dos tipos de transferencias. Por un lado, las transferencias
automáticas a través de la coparticipación. Esto consiste en poner todos los
impuestos nacionales en una bolsa (masa coparticipable) y distribuirlos con
parámetros fijos y de manera automática entre la Nación y las provincias. Las
transferencias no automáticas o discrecionales, por el otro, son recursos de la
Nación que decide (o no) enviar a las provincias. Por ejemplo, Kicillof recibía
del gobierno nacional anterior una transferencia discrecional para un Fondo de
Fortalecimiento Fiscal que Milei suspendió y es lo que Kicillof reclama.
La pregunta que cabe hacerse
es por qué Buenos Aires necesita transferencias discrecionales de la Nación
para brindar un servicio de seguridad razonable. La coparticipación ayuda a
encontrar la respuesta. Según datos del Ministerio de Economía se observa que:
Los habitantes de la Provincia
de Buenos Aires aportan aproximadamente el 33% de los recursos que forman la
masa coparticipable.
La Nación se apropia del 43%
de la masa coparticipable y el conjunto de las provincias del restante 57%.
La Provincia de Buenos Aires
recibe sólo el 13% de la masa total coparticipable.
Estos datos muestran que la
Provincia de Buenos Aires recibe por la coparticipación apenas 1 de cada 3
pesos que aporta a la masa coparticipable. La contrapartida es que la Nación se
apropia de una muy alta proporción de la masa coparticipable. Esta es una de
las principales explicaciones para la paradoja de que la provincia más rica de
la Argentina sea dependiente de las ayudas de la Nación con transferencias
discrecionales. Como históricamente el gobierno nacional y el de la Provincia
de Buenos Aires fueron del mismo color político la ayuda nacional fluía. Con el
cambio de colores políticos queda explícita la extrema dependencia que sufre la
Provincia de Buenos Aires de la ayuda nacional.
La coparticipación es perversa
y un ejemplo extremo es la Provincia de Buenos Aires. Le quita recursos y la
hace dependiente crónica de las “ayudas” de la Nación. Para los gobernantes de
la Provincia de Buenos Aires la prioridad es congraciarse con la Nación en
lugar de mejorar la gestión pública. Con estos incentivos no sorprende que la
Provincia de Buenos Aires tenga niveles de calidad de gestión pública similar a
las provincias más atrasadas. Lo trágico es que ante los sucesivos y rotundos
fracasos –no solo en seguridad, sino también en educación, salud,
infraestructura– no se cuestiona la coparticipación como origen del problema.
Simplemente se diluyen las responsabilidades echando la culpa a la Nación que
no manda las “ayudas” suficientes.
Los malos incentivos que
genera la coparticipación son extensivos a todas las provincias. Por eso, la
prioridad es establecer un régimen superador. En lugar de colocar todos los
impuestos nacionales en la bolsa de la masa coparticipable, se debería unificar
el IVA con Ingresos Brutos y tasas municipales en un único impuesto a las
ventas que debería asignarse al territorio donde el impuesto se generó. De esta
forma, Buenos Aires se podría financiar con los impuestos que genera su
vibrante actividad productiva y su gobernador no tendrá excusas para justificar
los fracasos. Para las provincias más rezagadas, que no tienen tanta actividad
productiva, prever un fondo de convergencia que le remita automáticamente
recursos condicionados a inversiones para el desarrollo.
Tiene razón el presidente que Buenos Aires está muy mal administrada y también el gobernador que los recursos que recibe la provincia son insuficientes. La solución pasa por eliminar el pernicioso régimen de coparticipación a través de un Acuerdo de Coordinación Tributario y Funcional entre la Nación y las provincias (no necesariamente todas) para que cada provincia sea artífice de su destino. Es un desafío complejo, pero no imposible.
Fuente: IDESA