Con profundo pesar, la
comunidad de fieles y la Orden de los Teatinos despidieron el pasado sábado 26
de julio de 2025 al R.P. Juan Carlos Di Camillo, quien en vida fuera Prepósito Provincial de los
Teatinos de Argentina, quien partió a la Casa del Padre a la edad de 65
años. Hoy, al rescatar una entrevista realizada hace ya 16 años, volvemos a
encontrar la esencia de un sacerdote cuya vida fue un testimonio vivo de fe,
compromiso y una profunda humanidad.
Recordaba con emoción momentos
que lo forjaron y constituyeron "verdaderas experiencias de Dios",
desde una Navidad en la que sintió la pobreza del pesebre al lado de jóvenes
madres con sus bebés y maridos presos, sintiendo que le "brindaban ese
hermoso momento para que yo adorara al Niño Jesús que nacía". También
mencionó la difícil situación de ser perseguido por defender los derechos de
los más empobrecidos, una opción que no todos comparten en Latinoamérica, pero
en la que "Dios da las fuerzas y no abandona nunca". Sin duda, uno de
los hitos que más lo conmovió fue acompañar a los familiares de los caídos en
la Guerra de Malvinas en marzo de 2004, bendecir el cementerio argentino en las
Islas y celebrar la misa en el Monte Longdon, una "vivencia de fe y de
profundo compromiso con la defensa de la vida".
El Padre Di Camillo, con la
sabiduría que le daba su experiencia, señalaba que la identidad de la persona
consagrada hoy, más que nunca, se fundamenta en "vivir la normalidad desde
la intensidad de la mística". Definió el perfil del consagrado para el
siglo XXI como aquel que cultiva la "alteridad" – la capacidad
de salir de sí para ponerse en el lugar del otro en una "continua
kenosis" – y no teme "hundir las manos en la construcción de
fraternidades profundamente místicas y por ello, profundamente comprometidas
con las necesidades de los hombres". Combatía los "demonios" del
individualismo y la inmadurez en la vida comunitaria, así como los
"ismos" (espiritualismos, escapismos, infantilismos, activismos,
voluntarismos, narcisismos) que consideraba "máscaras" y antítesis de
un compromiso serio. Soñaba con comunidades que vivieran una verdadera
fraternidad, porque, como él mismo afirmaba, "las palabras no resultan
convincentes cuando la fraternidad enmudece".
A continuación, la entrevista completa publicada en la web de Entrevistas Teatinas
Entrevista JUAN CARLOS DI
CAMILLO, C.R.
Prepósito Provincial de los
Teatinos de Argentina
Coincidiendo con la Jornada
Mundial de la Vida Consagrada y con el 392º Aniversario de aquella experiencia
mística de Madre Úrsula, que diera origen a esa doble Familia Religiosa de
Romitas y Teatinas, entrevistamos al R.P. JUAN CARLOS DI CAMILLO, C.R., Prepósito
Provincial de la Provincia Argentina “Nuestra Señora de Luján y San Cayetano“. Sin duda, una oportunidad
interesante para adentrarnos en su teatinidad y sus profundas reflexiones en
torno al tema vocacional. Qué disfrutéis de esta entrevista…
En este blog vocacional, la
pregunta inicial siempre es la misma para todos nuestros invitados, así que,
allá vamos: Nos gustaría saber, Padre Juan Carlos, cómo fue su proceso
vocacional ¿A qué edad Ud. se plantea la consagración como opción de vida?
Un Jueves Santo, durante la
misa de la Cena del Señor, la presencia de un seminarista me cuestionó de un
modo especial. Contaba con 20 años de vida y ese testimonio pudo haber sido una
mediación, un punto de partida para que sintiera fuertemente en mi interior el
llamado de Jesús al sacerdocio.
¿Con qué obstáculos se
encontró inicialmente?
Más que obstáculos yo hablaría
de cuestionamientos. Ante la inmensidad de la llamada de Dios uno se siente muy
pequeño y, como en todo comienzo de una relación, no faltan los miedos… ¿seré
capaz de llevar adelante semejante empresa?, ¿seré digno de este llamado? etc.,
etc…
Creo que estos
cuestionamientos son muy sanos, los profetas y los hombres y mujeres de Dios
que nos precedieron también se hicieron las mismas preguntas. Pero Dios es más
fuerte que nuestros temores y no llama a los más capaces, ni siquiera a los que
aparentan ser más santos, sino a los que Él, providencial y amorosamente elige
para sí. La vocación es un misterio de predilección, me 2 atrevería a decir que
es una elección casi “caprichosa” de Dios.
¿Por qué teatino?
Primero, porque Dios lo
dispuso de esa manera. Segundo, porque mi vida de niño y de joven la lleve a
cabo en una parroquia teatina. Además, hilvanando coincidencias (providencias
diría yo) con el correr de los años descubro que mi abuelo paterno era también
“teatino” – chietino- ya que era oriundo de Chieti (Theate), antiguo obispado
de Juan Pedro Caraffa y de donde proviene el nombre de teatino. Bueno, y si
añadimos más, tengo que decir que nací justamente el día de San Andrés Avelino.
¿Hubo alguna persona
significativa que acompañó su vocación de un modo especial? ¿Quién fue su
modelo de sacerdote?
Sí, sí, por supuesto. Si bien cuando era niño no me cuestionaba vocacionalmente, la experiencia con el P. Juan Nadal fue muy importante. De chico, yo era su monaguillo. Con el paso del tiempo, ya como adolescente, tuve un confesor salesiano, el P. Ranguni quien siempre me inspiró mucha confianza. Al ingresar a la Orden me reencuentro con el P. Juan quien me acompañó de un modo único.
¿Qué enseñanzas para la vida
le dejó ese vínculo?
El P. Nadal fue para mí un
gran sacerdote de quien aprendí muchísimo, sobre todo su gran amor a la Iglesia
y su entrega incondicional a la Orden Teatina, como párroco y como formador.
Siempre tengo presente su testimonio y sus palabras. Por ejemplo, nunca se
cansaba de repetir la importancia de sentirnos hermanos y también amigos, es
decir, abrirnos a las personas que comparten nuestra vida en la casa religiosa,
conocernos, comunicar nuestras vivencias de fe…
Era profundamente religioso y
por ello, profundamente humano y cercano. He sido un privilegiado de poder
contar con su guía y compartir su amistad por largos años. Un hombre de Dios, un teatino con mayúsculas.
Sin duda, a lo largo de su vida sacerdotal debe haber vivido momentos fuertes que marcaron su opción por el Evangelio. ¿Podría contarnos alguno de ellos que hayan constituido una verdadera experiencia de fe, algo que haya supuesto para Ud. un antes y un después?
En veinte años de sacerdocio
la verdad es que se dieron muchos momentos importantes, verdaderas experiencias
de Dios. En este instante me acuerdo de una Navidad. Después de la misa de
Nochebuena, los sacerdotes tenemos la costumbre de ir a visitar a las familias
más empobrecidas del barrio y así lo hice. La sorpresa fue que, al llegar a una
casita muy humilde, me encontré con dos jóvenes madres. Las dos se habían
reunido esa Nochebuena para no pasarla solas, ya que sus maridos estaban
presos. Imagínate la dureza de la situación, el desamparo que supone tener un
ser querido preso y, por otro lado, el contraste de ver a cada una de ellas,
con sus bebés mamando dulcemente en su regazo…
Ellas y yo, sentados los tres
en unas sillas rotas, con un cajón que hacía de mesa improvisada, y con un vaso
de sidra en la mano para brindar a las doce. Aquella noche sentí que estaba
ante la pobreza del mismísimo pesebre y que esas mujeres jóvenes con sus bebés
me brindaban ese hermoso momento para que yo adorara al Niño Jesús que nacía.
Esa sí que fue una verdadera Navidad.
Otra situación comprometida y
algo delicada, tuvo que ver con ser perseguido por defender los derechos de los
más empobrecidos. Vivir la fe y compartirla con los que menos tienen,
simplemente luchar por la justicia en situaciones cotidianas, es una opción que
no todo el mundo comparte en Latinoamérica…Pero Dios da las fuerzas y no
abandona nunca. Además, después de 2000 años, hemos comprobado que no hay
amenaza capaz de amordazar al Evangelio.
Y una última experiencia
fuerte como sacerdote fue hace relativamente poco, en marzo de 2004, cuando me tocó acompañar a
los familiares de los caídos en la Guerra de Malvinas: bendecir el cementerio
argentino en las Islas, estar cerca del
dolor de los que perdieron un familiar en la guerra y celebrar con ellos mis 16
años de sacerdote en el monte Longdon, lugar de batalla donde murieron
prácticamente la mayoría de nuestros jóvenes soldados…Una vivencia de fe y de
profundo compromiso con la defensa de la vida. Tengo que decir que para mí fue
inolvidable y muy significativa, como argentino y como sacerdote…
Volviendo al tema de la
vocación, a una vida consagrada, es una
realidad que en todo grupo humano existen los conflictos…la comunidad
religiosa no está ajena a las dificultades de cualquier otro sistema formado
por hombres y mujeres vulnerables. ¿Cuáles son, a su juicio, los “demonios” que
hoy amenazan con más fuerza a la vida comunitaria?
Creo que dos de los grandes
obstáculos con que se enfrenta hoy la vida consagrada, vivida en comunidad, son
la inmadurez y el individualismo. Si bien estas realidades no son las más
frecuentes, a menudo los conflictos serios a la hora de vivir una auténtica
fraternidad tienen como base la carencia de las capacidades humanas básicas
para asumir una vida compartida desde la fe. También es frecuente que algunos
jóvenes lleguen a nuestras casas religiosas con problemas no resueltos en su
vida afectiva. Esto, tarde o temprano termina por salir a la superficie…con
todos los “ismos” que la vida consagrada debe eliminar si en verdad busca ser
evangélica. Me refiero a los espiritualismos, escapismos, infantilismos,
individualismos, activismos, voluntarismos, narcisismos al fin. Todos ellos
constituyen la antítesis de una vida de compromiso serio y auténtico con la
persona de Cristo y con un servicio a los hermanos sin dobleces. Son máscaras…
y las máscaras, a la larga, se caen.
Otra de las situaciones menos
deseables son los esquemas de vida comunitaria que no favorecen al desarrollo
de la persona adulta, sino que la mantiene en un infantilismo y una dependencia
feroz. Se trata de sistemas del pasado, pero que en algunos sectores permanecen
vigentes y que muchas veces se convierte en pseudo-comunidades neuróticas
ancladas en el cumplimiento y en la apariencia. Me refiero a la prevalencia de
los aspectos meramente disciplinarios y las estructuras por encima de la
novedad del carisma encarnado en cada uno de los miembros de la comunidad, para
enriquecimiento mutuo. Es curioso que, en lugar de dar respuestas creativas y
fraternas, haya institutos que pongan su acento en esos formatos más o menos
integristas que parecieran dar “seguridad” a los candidatos. Todo un tema…
Y cuáles serían las
oportunidades… Creo que la oportunidad
de crear comunidades que vivan una verdadera fraternidad. Los jóvenes están buscando comunidades
fraternas y místicas. De nada sirven los
folletos vocacionales, las celebraciones más o menos piadosas y alejadas de la
vida, los grandes discursos, los recuerdos de un pasado más o menos
glorioso… Las palabras no resultan
convincentes cuando la fraternidad enmudece.
Todo creyente sabe que Dios
llama y elige, no por los propios méritos, sino por simple y puro don, como
usted decía anteriormente, la elección de Dios raya en el “capricho”. Sin duda,
el seguimiento de Jesús es un proyecto ambicioso, imposible de vivir desde el
voluntarismo y las propias fuerzas. No obstante, hay una base de valores
humanos que hace que la persona esté más abierta a una respuesta viable y
permanente…
¿Cuáles serían esos valores
por cultivar por alguien que aspira al sacerdocio o la vida religiosa? Dicho de
otro modo... ¿Existiría un perfil del consagrado para el siglo XXI?
Yo lo definiría como la
alteridad. Este valor es fundamental para la vida consagrada, implica la
capacidad de salir de sí para ponerse en el lugar del otro. Es algo más que la
simple “empatía” o preocupación más o menos altruista. Teológicamente diría que
alguien que quiere seguir a Cristo y adoptar su manera de estar en este mundo,
ha de vivir en una continua kenosis. *
El perfil del consagrado hoy
sería vivir la normalidad desde la intensidad de la mística. A partir de ahí,
no tener miedo a hundir las manos en la construcción de fraternidades
profundamente místicas y por ello, profundamente comprometidas con las necesidades
de los hombres; salir al encuentro de las diferentes pobrezas del hombre de hoy
e iluminarlas con la presencia del Señor…
¿Qué le diría hoy a una
persona joven que quiere consagrar su vida al Señor?
Primero que no tenga miedo,
que si Dios llama es Él quien te da las gracias necesarias para responder a ese
llamado. Segundo, que busque una comunidad donde se viva una verdadera
fraternidad y un esfuerzo sincero por ser fiel a su carisma
¿Cuáles son las diferencias
más significativas que detecta en la forma de responder a la llamada de Dios en
las personas de su generación y en la actual?
En nuestros tiempos (y tampoco hace mucho de esto… me refiero a los que profesamos entre mediados de los años ochenta y principios de los noventa) la respuesta era con muchísima utopía, con gran ilusión, hasta te diría que con cierto “heroísmo“ sano….Ese querer dárselo TODO al Señor y no parar hasta hacerlo realidad, costara lo que costara… sin pretensiones, sin calcular nada, sin asegurarnos nada…Era sólo a Dios a quien buscábamos. No queríamos cargos, ni estudios, ni reconocimientos, ni pretendíamos que nos proporcionaran nada en particular…sólo buscábamos ingenuamente y con todo el corazón, entregarnos a Dios…
No quiero caer en derrotismos
absurdos, pero sinceramente, por experiencia de acompañar a muchas vocaciones,
veo que las respuestas de los candidatos a la vida consagrada más “postmodernos”
(una franja cronológica que va más o menos desde finales de los 90 hasta
ahora) viene dándose con mucha carga de
inseguridad. Eso se ve también en las edades a las que se realizan los ingresos
a la vida religiosa (idénticas a las que se ven en los que contraen
matrimonio). Es frecuente que lleguen a los treinta, cuarenta años, sin saber
muy bien lo que quieren, postergando opciones (responsabilidades, compromisos)
y tratando de tener respuesta a todo. A veces con una gran carga de angelismo,
dependencia y aislamiento, cuando no de escape, porque la vida religiosa puede
resultar un buen refugio para el que no ha conseguido “brillar” en la vida
normal y corriente…o para el que busca acomodarse y utilizarla de plataforma
para obtener lo que por sus medios no podría conseguir ni en sueños.
Ahora, no sería justo si no
dijera que hay una gran mayoría de jóvenes (por supuesto, todos los futuros
teatinos que se están formando actualmente son así, 100 %) que vienen
respondiendo con un corazón sincero y con una búsqueda de Dios maravillosa y
honesta.
¿Qué resaltaría como positivo
en esas nuevas generaciones de teatinos…?
Lo dicho: un gran esfuerzo por
buscar la coherencia de vida, los jóvenes teatinos quieren vivir la inspiración
carismática original y así nos lo hacen saber a los “mayores”, estimulándonos a
construir comunidades cada vez más acordes con el sueño inicial de Cayetano de
Thiene…
¿Podría darnos su opinión
acerca de la tan discutida “disminución vocacional”? ¿Cuál es, a su juicio, la raíz de
la cuestión?
Es una pregunta de respuesta
compleja, por eso no pretendo agotar el tema ni mucho menos, es una
aproximación que haré desde mi humilde pensar. Ante todo, creo que hay un mundo
en cambio, como dicen los filósofos y sociólogos estamos viviendo un cambio de época.
Por eso mismo los proyectos de vida que tengan perpetuidad no son fáciles de
hacer.
Además, hemos confundido
llamada vocacional con necesidad de reclutar personas que sostengan un sistema
que a mi juicio está perimido cuando no está basado en la fraternidad palpable.
Por otro lado, hoy todo lo institucional se ve con desconfianza y las personas
o comunidades que tenemos que hacer presente el carisma original no estamos
exentas de equivocarnos. Es más, muchas veces perdemos el rumbo en lo que a
vida fraterna se refiere, y se nos critica con razón.
Hoy como ayer Cristo sigue
llamando a una consagración y donación total. Esta llamada está vigente y sigue
siendo atractiva para muchos jóvenes y no tan jóvenes. Cabría preguntarse si
las mediaciones estamos siendo tales. Porque a lo mejor, en vez de mediar
estamos “en medio” y nos transformamos en un obstáculo para que los jóvenes
perciban la cercanía de Cristo que llama.
La clave, desde mi humilde
juicio, reside en el afianzamiento de comunidades de amor y de servicio,
especialmente a los más vulnerables. En esa autenticidad de vida, el Señor se
hace presente y convoca con fuerza…Es el testimonio de los primeros cristianos
lo que mueve a conocer a Cristo. Es preciso recuperar el “miren como se aman”
de los Hechos de los Apóstoles.
Sabemos que en Europa o en
América del Norte, la disminución de vocaciones es un hecho más notorio.
También en América Latina. No obstante, en su Provincia, pareciera haberse dado
un “baby boom” desde aproximadamente el 2004 hasta ahora… ¿Esto último que nos
ha comentado podría ser el “secreto” de este florecimiento vocacional?
Ante todo, creo que las
vocaciones que tenemos son una gran bendición de Dios y eso no es mérito de
nadie. Sólo es obra del Señor. Ahora, es cierto que desde hace tiempo venimos
luchando como Provincia, para lograr una resignificación de nuestro carisma.
Sin una vida intensamente carismática y fiel a los orígenes es imposible tener
verdaderas vocaciones.
¿Cuáles son los lineamientos
que están en la base de este proyecto de formación?
Es otra pregunta que no se
puede responder en dos líneas. Pero sintetizando te diría que primero y ante
todo debe darse una maduración humana verdadera. Luego, en la etapa inicial,
lograr la incorporación de criterios y valores que sostengan una verdadera vida
fraterna, porque el mero hecho de vivir juntos bajo el mismo techo y con los
mismos horarios no es igual a fraternidad. Más tarde ir creciendo en una
espiritualidad sólida, sin misticismo, ni activismos. Y, por último, la
formación de un corazón sacerdotal, configurado con el de Cristo, muy
íntimamente ligado al Padre por la oración y muy comprometido con las
necesidades reales de la gente que te rodea…
Como ya te dije anteriormente,
todo esto no tiene como objetivo el narcisismo, la autocomplacencia, el ser
pluscuamperfecto…sino que es el punto de partida que tiene que llevar a una
vida de comunidad y apostólica sincera, al modo de las primeras comunidades
cristianas.
Bueno, y para ir terminando…le
hacemos “la pregunta”: ¿Es usted feliz? ¿Hay recetas para ser feliz en la
propia vocación?
Si soy muy feliz. La única
receta que conozco es luchar por la propia felicidad y, como hombre de fe, para
mí la felicidad está en la fidelidad a la persona de Cristo.
Íntimo y Personal
Nombre completo: Juan
Carlos Di Camillo
Apodos: No
sabe, no contesta
Ciudad de origen: Villa
Adelina (San Isidro)
Un recuerdo de infancia: La
primaria (en el Colegio San Andrés Avelino) y los juegos y los deportes
Hermanos:
Dos
Equipo de futbol: River
Plate
La mejor enseñanza que
aprendió de sus padres es: la vivencia de los valores religiosos, y
el amor al trabajo bien hecho.
Actualmente vive en:
Boulogne (Zona Norte del Gran Buenos Aires)
Y vive con: otro
hermano sacerdote, P. Ricardo y dos juniors: Hno. Henrique y Hno. Cristian
¿Mascotas?: Un
pajarito, Cipriano.
Un “ritual” o costumbre fraterna
de su comunidad que le guste mucho: Los encuentros comunitarios
en torno a la mesa. El recibimiento cálido y esmerado del hermano que llega de
un campamento, un viaje por temas de apostolado, misión con jóvenes, etc. En
ese caso, el que se queda en casa es quien prepara la cena, elige el vino, está
atento a que no falte ningún detalle y pone la mesa, como dicen en España “por
todo lo alto…” Una verdadera fiesta.
Un libro imprescindible,
además de la Biblia: “Beber del propio pozo” y “Espiritualidad de
la liberación”
Una canción: Dos, “Aprendizaje”
( Sui Generis ) y
“Memoria” ( León Gieco )
Una película: Hay muchas, hoy diría “Otoño en Nueva York”
(La conversión a partir de un gran amor) y “El Tigre y la Nieve“ (La temática
del amor extremo, total, loco….hasta dar la vida)
Un color favorito: Dos,
el gris y el azul
Un lugar para perderse: La
montaña… (N.D.R: Vaya, ¡Como Úrsula!)
Una foto para el recuerdo: La
celebración de la Eucaristía junto al Glaciar Perito Moreno
Tres cualidades para definirse
a sí mismo: Corazón tierno, capacidad de animación,
escucha activa y consejos certeros.
Un defecto suyo conocido por
todos: La ansiedad.
Tres cualidades que más valora
en una persona: Sinceridad, amabilidad, coherencia…
Tres antivalores que rechaza
por completo: La ambición, el deseo de poder que lleva a
desprestigiar al que vale de verdad y a pisar cualquier cabeza con tal de
obtener reconocimiento, el ser buchón… (N.D.R: ser “buchón” en Argentina
equivale a ser un delator sin sentido, alguien que acusa sin fundamento)
Tres objetos que se llevaría a
una isla desierta: Agua, Biblia, comida.
Algún deseo infantil que le
gustaría haber realizado: ¡¡¡Haber jugado en primera división!!!
Si estuviera en sus manos
solucionar los problemas del mundo, ¿cuál cree que sería el primero? La
pobreza
¿Noche o día?
Día
¿Playa o montaña? Las
dos
¿Carne o pescado?
Carne
¿Campo o ciudad?
Ciudad
¿Perón o Evita?
Evita
HECHO HISTÓRICO que marcó su
vida: La dictadura, la guerra de Malvinas…
PERSONAJE HISTÓRICO preferido: Dos
de la historia reciente y comprometida de mi país de origen: Monseñor
Angelelli, el P. Múgica…
PROFESOR/A que dejó huella
(positiva) en su corazón: El profe de historia
Su cita evangélica es: Las
bienaventuranzas (Lc 6)
El lema de su sacerdocio es: “Me
hice todo para todos con tal de ganar a algunos” (ICor 9)
Un proyecto que hoy le
apasione: La resignificación del carisma
Como le gustaría ser recordado: Como
lo que soy, un sacerdote teatino, que intentó vivir con un oído en el pueblo y
otro en el Evangelio.
¿Me olvido de preguntarle
algo? Mmm, no sé… ¿Podría ser la edad?: Tengo 49
años.
Muchas gracias, Padre Juan Carlos,
por su valiosísimo tiempo y por su aportación. Ha sido un placer compartir con
Ud. esta mañana. Lo que hay que oír…después de 25 años de amistad, me llamas de
usted. ¡Dios santo!
R. Reynoso
· kenosis significa "vaciamiento" es un concepto teológico que se refiere a la renuncia de la naturaleza divina por parte de Jesucristo al encarnarse. Implica un "vaciarse" de sí mismo, una entrega total a la voluntad de Dios, renunciando a atributos divinos para experimentar la condición humana.