De la fábrica a la secretaría general del sindicato de la alimentación.
El 26 de septiembre se realizarán las elecciones en las que el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA) de Buenos Aires renovará sus autoridades y en las que Sergio Escalante se perfila como el próximo secretario general del gremio que, desde hace cuatro décadas, conduce Rodolfo Daer.
Escalante representa un recambio generacional que viene a reforzar las fortalezas del sindicato y aportar su impronta y estilo con firmeza, en pos de los intereses de todos los trabajadores y trabajadoras. El recambio se destaca por ser una renovación con continuidad.
En un momento definitorio para el movimiento sindical argentino Sergio Escalante, un hombre forjado en el barro de las fábricas alimenticias y con tres décadas de militancia en el territorio, se prepara para asumir la máxima conducción de este poderoso sindicato. Su ascenso es el resultado de un proceso llevado adelante por Rodolfo Daer, quien después de 41 años al frente del gremio decide pasar a un segundo plano y respaldar desde la tesorería a un líder cuya principal credencial es su profunda cercanía con las bases y su experiencia en la primera línea de fuego de la negociación y el conflicto.
Escalante expresa con convicción que frente a un Gobierno que “está en contra de los que trabajan”, la única respuesta posible es la organización y la unidad, llevando “la patria al frente”. Nacido y criado en San Martín, hincha de Independiente y, sobre todo, trabajador, este dirigente comenzó a trabajar en una fábrica alimenticia a principios de los 90 para, pocos años después, ser elegido delegado por sus compañeros de trabajo.
Esa experiencia de primera mano, de sentir en carne propia la presión patronal y las necesidades urgentes de los compañeros, marcó a fuego su perfil. “Comencé como delegado. Ahí aprendí lo que es realmente la lucha sindical: la defensa del compañero que es despedido injustamente, la negociación día a día por mejores condiciones de seguridad, la pelea por el salario que no alcanza”, relata Escalante, enfatizando cada palabra en la que la presencia territorial es su historia.
Recorrer las fábricas, escuchar a los delegados, conocer por su nombre a los trabajadores de las plantas más importantes y de las pymes más recónditas, es una práctica que ha mantenido incansablemente, incluso al ascender en la estructura del sindicato. “Un dirigente debe conservar siempre el olor a fábrica. Si te encerrás en la oficina, perdés la realidad y la realidad es que hoy hay compañeros que están sufriendo”, sentencia.
Esa cercanía se ha convertido en su sello distintivo y en una de las razones clave por las que Daer lo eligió su sucesor. En un contexto donde el gobierno de Javier Milei ha lanzado una ofensiva discursiva y legal contra los sindicatos, tachándolos de “mafiosos” y “casta”, Daer necesitaba un sucesor que encarnara lo opuesto al Presidente: un hombre con credibilidad indiscutible en las bases, capaz de movilizar y organizar desde la legitimidad que otorga el haber estado del mismo lado de la trinchera.
El respaldo de Daer es muy valioso: su vasta experiencia en la mesa chica de la CGT y su astucia negociadora seguirán estando al servicio del gremio que Escalante aspira a dirigir: “Rodolfo es un maestro. Ha construido este sindicato durante cuatro décadas. Su respaldo es fundamental para mí y para toda la organización. Seguiremos su ejemplo de lucha y de construcción colectiva”, afirma Escalante, dejando en claro que lo que se viene es una evolución.
El proyecto que Escalante promete liderar es el de un “sindicalismo integral”, un concepto que repite como un mantra y que para el STIA se traduce en una red de contención que excede la negociación paritaria. “Nuestras aspiraciones van más allá de las discusiones salariales: queremos un país con industria, educación, tecnología y producción”, explica. En lo inmediato, su gestión se enfocará en proteger un entramado de beneficios que son vitales para las familias de los trabajadores: la obra social, el turismo social con el hotel en La Falda, las cabañas en el Tigre y los kits escolares, entre otros.
El horizonte está plagado de desafíos monumentales que Escalante enumera: El primero, y más urgente, es la batalla contra la informalidad laboral, un cáncer que se expande en el sector de las pymes alimenticias. “Estamos conscientes de que hay mucha empresa, sobre todo pequeña, que trabaja en los márgenes de la informalidad. Nuestra tarea es doble: negociar con firmeza con las grandes empresas para que no precaricen, y al mismo tiempo, desplegar un trabajo intenso de organización y representación en las pymes para rescatar a esos trabajadores de la informalidad”, detalla.
El segundo frente de batalla es puramente político. Escalante se asume como un soldado de la CGT en su pulseada con el Gobierno nacional. Sus declaraciones son contundentes y sin ambages: “Milei está en contra de los que trabajan: nos quieren sacar la indemnización, el aguinaldo, las vacaciones”. Para él, la central obrera ha sido “la única organización que puso freno a los avances de este gobierno”, y desde el STIA planean redoblar la apuesta. Su convicción es que la pulseada distributiva se gana en las paritarias y también en las calles. “Las paritarios gremiales son hoy el mejor mecanismo que establece los ingresos de los trabajadores y tienen impacto en la economía y en la puja distributiva”, afirma, defendiendo un instrumento que el oficialismo busca debilitar.
Sergio Escalante representa la fusión de la vieja escuela sindical, con su astucia y estructura, y la nueva energía que nace del contacto directo con los problemas de los trabajadores. Es un hombre de Daer, pero, sobre todo, es un hombre del territorio. Su liderazgo se pondrá a prueba en la capacidad de defender lo construido y, al mismo tiempo, innovar para enfrentar los nuevos tiempos de precarización y ajuste. Su promesa es clara como él mismo sentencia, con la contundencia de quien ha librado batallas desde abajo: “Los trabajadores organizados vamos con la patria al frente”.
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