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02/09/12

Me pronuncio por la participación. por Leopoldo Moreau

El desafío está planteado. Es lo que sucede en política cuando las circunstancias o la decisión de otro impone un tema que se suma en la agenda pública. La peor reacción es la negación, quedarse dando vuelta alrededor de la intención que el otro tuvo al impulsar la propuesta o quejarse porque el otro hizo lo que hizo y te puso en un dilema. Eso se sortea de una sola manera: cuando la iniciativa la tenés vos, algo que hace ya mucho tiempo no ocurre con el radicalismo.



Por lo tanto hay ponerse a reflexionar y debatir sin más el proyecto que habilitaría el voto (optativo) a quienes tienen 16 años. Entretanto, habría que evitar pronunciamientos que "anuncian" el debate pero adelantan posición, no solo porque es contradictorio sino porque además es utilizado por algunos medios lanzados a una estigmatización desenfrenada de lo que es juventud, militancia y política que nos deja parados del peor lado y  abre el camino a que exponentes de la derecha ultramontana como monseñor Aguer aprovechen ese clima artificialmente creado --solo para defender negocios-- para volver a utilizar vocablos como "infiltrados" o proponer que se deje de dictar la materia "Política y Ciudadanía". A ésta altura alguno que este leyendo pensara que me voy por la ramas pero no es así, solo pretendo contextualizar el momento político que rodea a este debate. Ya que lo primero que se dijo de la iniciativa es que estaba originada en una necesidad electoral me gustaría empezar con algunas consideraciones pragmáticas que, a mi juicio no son las centrales pero que no se pueden dejar de lado porque finalmente la democracia representativa se apoya en la lógica del voto. Digo: aparece tan oportunista promover el voto desde los 16 años porque crees que te van a votar como oponerse porque crees que no te van a votar. Otro si digo: ¿si tengo 16 años a los 18 votare por los partidos que se opusieron a que lo haga a los 16 si ya entonces tenía la voluntad de participar? Y termino con las consideraciones practicas: ¿Hay que refrendar con torpezas o definiciones apresuradas que el voto joven pertenece a un solo sector político?
El voto no "pertenece" a nadie, salvo al que lo emite pero los climas de época si dividen entre lo "nuevo" y lo "viejo". Los creadores de la Unión Cívica de la Juventud deberíamos tenerlo presente. En este derrotero de menor a mayor ahora paso a reflexionar sobre argumentos que tienen una mayor solidez pero que no en todos los casos se apoyan en la verdad. Por ejemplo, desde la derecha que siempre está agazapada para imponer su visión maniquea de la realidad se preguntan: Si los menores no tienen responsabilidad penal porque van a poder votar?
Es una falacia. Precisamente, los 16 años es la edad de corte para que desde ese momento en adelante tengan responsabilidad penal en hechos graves. Pero, además alentar la participación política es una manera--por supuesto, no la única--de inserción y contención social. Y ya que hablamos de inclusión no puedo dejar de lado a los que sostienen--porque me sumo a su denuncia-- que hay cerca de 700 mil jóvenes que no trabajan ni estudian, otros muchos que no tienen acceso a un servicio de salud y otros tantos que viven en condiciones de pobreza pero me pregunto: ¿es eso un impedimento o, por el contrario una razón mas para que participen porque tal vez a partir de su protagonismo su problemática sea más atendida?
Si es por lo que viene ocurriendo en los últimos días pareciera indudable que la cuestión del voto desde los 16  años está haciendo visible la demanda social, educativa y laboral de esa franja juvenil como nunca antes y es bueno que siga siendo así tanto por parte del oficialismo y la oposición de hoy como las de mañana. Otra objeción que se escucha mucho en estas horas es que constituye una contradicción que la mayoría de edad--y los derechos que de ella emanan--se tengan a partir de los 18 años y que los nuevos votantes no tengan los mismos derechos. Es cierto, que existe en ese punto una contradicción pero no es nueva ni constituyó un obstáculo en el pasado ya que durante décadas se votaba con 18 años y, paralelamente, la mayoría de edad se ostentaba desde los 21 años y el sistema electoral y político no sufría ningún tipo de inconveniente.
La discusión recién empieza. Hay quienes quieren sumar--entre los que me cuento--a la ampliación de derechos y, por ejemplo, proponen que se modifique la ley de contratos de trabajo para permitir que un joven de 16 años cuente con la potestad--que hoy no tiene--de acceder a un trabajo en relación de dependencia y sus beneficios. No con menos razón aparecen los que sostienen que eso atentaría contra la Convención de los derechos del niño y que a esa edad hay que priorizar la educación. A su vez los que afirman esto--más bien la franja progresista de la sociedad--son los que más reclaman por los chicos que no estudian ni "trabajan". En fin, se abrió una puerta al apasionante ejercicio de hacer política con mayúscula  debatiendo, discutiendo y razonando. No la cerremos y, menos desde el radicalismo, con simplificaciones mediáticas traducidas en comunicados de prensa escritos por el partido pero utilizados por otros para sus fines.
Por experiencia personal, por convicción, por pertenecer al radicalismo y porque a pocos días de conmemorarse la "noche de los lápices" no puedo dejar de pensar en la lucha de los jóvenes por defender sus derechos me pronuncio--sin pretender monopolizar el acierto-- por la participación.


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