Hoy, 18 de julio de 2024, se
cumplen 30 años de uno de los episodios más oscuros y dolorosos de la historia
argentina: el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Aquel
fatídico día de 1994, una explosión devastadora en el corazón de Buenos Aires
arrebató la vida de 85 personas e hirió a más de 300, dejando una herida
profunda en la sociedad argentina que aún no ha cicatrizado.
Treinta años después, el eco de esa tragedia resuena con fuerza, recordándonos la fragilidad de la paz y la necesidad imperiosa de justicia. La memoria de las víctimas y el dolor de sus familias nos convocan a reflexionar sobre el valor de la vida y la importancia de la convivencia pacífica en una sociedad diversa.
El atentado a la AMIA no solo fue un ataque contra la comunidad judía, sino contra toda la nación argentina. Fue un golpe a los principios de humanidad y solidaridad que nos unen como sociedad. La impunidad que ha rodeado este caso durante tres décadas es una herida abierta que clama por justicia. A pesar de los esfuerzos y las investigaciones, aún no se ha logrado condenar a los responsables materiales e intelectuales de este crimen de lesa humanidad.
En estas tres décadas, hemos visto cómo el terrorismo sigue siendo una amenaza global, y cómo luchar contra el antisemitismo y contra todas las formas de odio es fundamental para la democracia y la paz mundial. La memoria de las víctimas de la AMIA nos obliga a no olvidar, a seguir exigiendo justicia y a trabajar incansablemente por un mundo donde el odio y la violencia no tengan cabida.
Hoy, más que nunca, debemos unirnos en un compromiso renovado con la verdad y con la justicia. Debemos recordar a las víctimas no solo como un acto de memoria, sino como un llamado a la acción.
Que el recuerdo de aquellos que perdieron la vida en la AMIA nos inspire a construir una sociedad más justa y más inclusiva.
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