El gobierno logró el
equilibrio fiscal, pero no consigue administrar la deuda pública. El problema
no es que la deuda sea alta, sino que la credibilidad es baja. La solución
depende menos de la ayuda de EEUU que de la capacidad del oficialismo para
acordar con la parte de la oposición dialoguista la ejecución de su plan de
gobierno.
La tranquilidad en los mercados derivada del apoyo del presidente Trump y el secretario del tesoro norteamericano duró poco. El dólar oficial volvió a colocarse en el techo de la banda cambiaria y los dólares financieros la perforaron. El riesgo país volvió a consolidarse por encima de los 1.000 puntos y la incertidumbre va en crecimiento. Las autoridades económicas viajaron de urgencia a Estados Unidos para acelerar la ayuda prometida por el presidente Trump. El hecho de buscar un segundo salvataje a 6 meses de haber firmado un acuerdo con el FMI demuestra la fragilidad de la situación económica argentina.
Llama la atención que no se
pueda superar la situación de crisis cuando se ha logrado equilibrar las
cuentas públicas. El gobierno revirtió rápidamente el enorme
déficit fiscal heredado del anterior gobierno y rompió una larga tradición de
crónicos desequilibrios. Nivelando ingresos con gastos se dejó de presionar la
emisión monetaria y/o de acumular deuda pública. Sin embargo, aunque esté
cerrado el grifo del déficit fiscal, todavía queda el desafío de administrar la
deuda heredada.
Una forma de observar este
fenómeno es analizando los déficits del pasado y la dinámica de la deuda
pública. Según el Ministerio de Economía se observa que:
- Entre los años 2019 y 2023,
los déficits del tesoro nacional acumulados ascendieron a 122 mil
millones de dólares.
- En este mismo período, la deuda pública
pasó de 323 a 425 mil millones de dólares, o
sea, aumentó en 102 mil millones de dólares.
- En el 2024, el tesoro nacional
generó un superávit de 2 mil millones de dólares, pero la
deuda pública creció en 42 mil millones, llegando a 467
mil millones de dólares.
Estos datos muestran que el actual gobierno heredó una situación muy complicada por la acumulación de muchos déficits fiscales. Incluso cerrado el grifo fiscal la deuda del Tesoro siguió creciendo debido fundamentalmente a la absorción de las Leliq, es decir, los viejos pasivos del Banco Central. Estos pasivos también son consecuencia de la acumulación de déficits pasados que fueron financiados con emisión monetaria y que el Banco Central tuvo que sacar de circulación, emitiendo Leliq, para no agravar la rampante inflación.
El nivel de deuda pública de
la Argentina equivale a 65% del PBI. Este nivel no es
alto comparado con otros países. A modo de ejemplo, Uruguay tiene una deuda
pública de 68% y Brasil de 76% del PBI y no están en crisis de deuda. El
problema de Argentina es que ha perdido toda credibilidad en el mercado
financiero internacional. El muy
elevado riesgo-país refleja que la
Argentina no tiene acceso a nuevos créditos, por lo tanto, no puede refinanciar
los vencimientos de la deuda como hacen el resto de los países. Uruguay y
Brasil, con más deuda que Argentina, tienen un riesgo-país de 70 y 184,
respectivamente, mientras que Argentina tiene un riesgo-país de 1.260. Esta
falta de confianza en Argentina no es por su nivel de deuda, ni por dudas de la
vocación del gobierno por honrar la deuda pública. El problema
principal son los déficits de gestión política y técnica que hacen dudar que,
más allá de su voluntad, el gobierno pueda sostener el equilibrio fiscal.
La impericia se refleja en la
incapacidad para bloquear proyectos de leyes de la oposición que atacan el
equilibrio fiscal. Es decir, no sólo que no logra avanzar con
las reformas estructurales que se necesitan para que la economía empiece a
crecer (desarrollo de infraestructura y regulaciones procompetitivas) y para
consolidar el equilibrio fiscal (ordenamiento del Estado y ordenamiento
previsional) sino que las dudas se hicieron extensivas a la posibilidad de
mantener el logro conseguido del equilibrio fiscal. Las demostraciones
iracundas del presidente y su entorno con la irresponsabilidad fiscal de la
oposición no revierten la falta de confianza. Se necesita menos exasperación y
mejor gestión.
El acuerdo con los EEUU y el resultado de las elecciones son temas importantes. Pero lo decisivo para recuperar credibilidad es dar señales claras y contundentes de que el equilibrio fiscal se mantendrá. La única manera de lograr este objetivo es recuperar la confianza de parte de la oposición en base al diálogo constructivo, respeto y confianza para que acompañe en el cuidado de las cuentas públicas y en las reformas estructurales.
FUENTE: IDESA