El Gobierno pisa el
acelerador. Con el impulso de un inesperado triunfo electoral y el contundente
apoyo de Estados Unidos, ha comenzado a circular un ambicioso borrador de reforma
laboral con más de 100 artículos. La promesa oficial es doble: una
"masiva formalización" de trabajadores para, supuestamente, aliviar
la crítica situación del sistema previsional.
Sin embargo, un análisis
profundo de la "letra chica" revela que el proyecto podría quedarse a
mitad de camino, repitiendo fracasos históricos y dejando intacto el verdadero
nudo del problema: el monopolio de las cúpulas sindicales.
El Espejismo de Salvar las
Jubilaciones
El diagnóstico oficial sobre
la informalidad parece chocar con la realidad. Según el INDEC, en Argentina hay
unos 7 millones de trabajadores no registrados. El dato clave es que, de ellos,
al menos 3 millones (el 42%) tienen bajo nivel educativo y trabajan en
establecimientos de menos de 10 empleados.
¿Qué significa esto? Que para
casi la mitad de los informales, el incumplimiento no es una viveza, sino una estrategia
de supervivencia. Sus emprendimientos, de bajísima productividad, generan
ingresos demasiado modestos como para soñar con afrontar los costos de la
formalización.
Mejorar las leyes es positivo,
pero no hace magia. La expectativa de resolver el déficit previsional con esta
reforma, sin atacar el problema de fondo (la baja productividad, el capital
humano y la tecnología), no tiene serias posibilidades de éxito.
La Clave: Romper el Monopolio,
no Maquillarlo
El corazón del debate es la descentralización
de la negociación colectiva. El proyecto propone algo que suena lógico: que
los acuerdos firmados dentro de una empresa (por productividad, salarios u
organización) prevalezcan sobre los convenios generales del sector (el
sindicato).
Aquí es donde aparece la
trampa. La idea es correcta, pero el borrador olvida un detalle crucial: los
únicos habilitados para negociar ambos convenios (el de sector y el de
empresa) siguen siendo las mismas cúpulas sindicales y empresariales.
El gran paso transformador, y
el que el proyecto parece evitar, es romper ese monopolio. La única
descentralización real es habilitar a los propios trabajadores de cada
empresa para que puedan negociar su propio acuerdo directamente con su
empleador, sin pedir permiso a la cúpula gremial.
El Fracaso de 1995 que Nadie
Quiere Recordar
Para no repetir frustraciones,
hay que aprender de la historia. ¿Alguien recuerda la Ley 24.467 de 1995? Esa
ley, vigente hace casi 30 años, ya establecía la descentralización para Pymes.
Permitía que el sindicato "facultara" a los trabajadores de una
empresa a negociar.
¿El resultado? Treinta años
después, ningún sindicato facultó jamás a sus trabajadores para negociar un
acuerdo propio.
La solución real, según los
expertos, pasa por otro lado:
1. Microempresas
(hasta 10 trabajadores): Que el convenio sectorial directamente no
se aplique. Solo las leyes laborales y lo que acuerden empleados y empleador.
2. Pymes:
Habilitar por ley a los trabajadores a negociar su propio acuerdo sin
necesidad de autorización del sindicato de actividad.
Si el Congreso no se atreve a incorporar estas reglas para terminar con el monopolio de las cúpulas, esta reforma, tan anunciada, corre el riesgo de nacer vieja y repetir el fracaso de 1995.
Fuente: IDESA
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