CARTA ABIERTA A FACUNDO SUAREZ LASTRA - MUNDO NORTE

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15/01/13

CARTA ABIERTA A FACUNDO SUAREZ LASTRA


Querido Facundito:

         En primer lugar espero que no tomes el uso del diminutivo como el intento de ponerme en un escalón diferente sino simplemente como el uso del modo que tenía de llamarte en el ejercicio de una militancia común y cotidiana.
Los recuerdos que enumerás me emocionaron y, algunos de los elogios que me regalás, me acarician el alma.
Podría agregar muchas otras experiencias compartidas, como por ejemplo aquella vez que codo a codo marchábamos en el “santelmazo” en repudio a la dictadura militar donde terminaste preso y yo tuve que ir a comunicarle a tus padres esa desagradable circunstancia.  O las tantísimas veces que las patotas parapoliciales nos corrieron en la Facultad de Derecho. Y podría seguir. Pero no es cuestión de ponerse nostálgicos. De todas formas tus recuerdos y los míos marcan la diferencia. Por eso tu respuesta a mi documento se contrapone tanto con la bajeza y la chabacanería de quien, teniendo la responsabilidad de conducir los destinos del partido, desde su impotencia argumental, no supo hacer otra cosa que agraviar. Es entendible pero no justificable. No tiene esta historia de lucha que nosotros sí hemos compartido, no puede asumir un relato que no le es propio y, seguramente, carece de la formación que a vos te sobra.
Pero dejemos las mediocridades de lado y vayamos al fondo de nuestras distintas visiones.
En primer lugar creo que incurrís en un error conceptual cuando decís que el radicalismo se hizo grande sólo cuando se animó a diferenciarse del peronismo.  Campea en todo tu razonamiento la idea de la supervivencia de la antinomia peronismo-antiperonismo. Y yo no lo comparto. Raúl Alfonsín hizo grande al radicalismo cuando se diferenció del autoritarismo, que es otra cosa. Que la cúpula de aquel entonces del peronismo estaba más cerca de las concepciones autoritarias que de una concepción democrática, no cabe duda. Pero eso no da lugar a sostener que el “peronismo”, para decirlo de manera más contundente, los sectores populares que se identificaban con esa expresión política fueran de derecha, autoritarios o cómplices de la dictadura.
Precisamente, porque Alfonsín no cayó en la trampa de la antinomia peronismo-antiperonismo y levantó con fuerza la divisoria democracia o autoritarismo fue que pudo contar en su haber con millones de votos de origen peronista. Sino, jamás podría haber alcanzado el triunfo y el porcentaje de sufragios que lo acompañó.
No sólo te rememoro aquella frase de Raúl diciendo “que vengan los peronistas con las banderas de Evita y de Perón”, que tantas veces habrás aplaudido como yo,  sino que además te quiero hacer recordar que tan amplia fue aquella convocatoria, que dejó atrás las antinomias del pasado, que Alfonsín la apoyó, nada más ni nada menos, que en el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Esta misma línea de pensamiento, en el sentido de no demonizar al peronismo y enterrar la antinomia, fue lo que impulsó al gobierno y al partido a sugerir y promover el llamado “Tercer Movimiento Histórico”.
A propósito, la Junta Coordinadora de la Capital Federal, que vos jerarquizabas, debo reconocerlo, puso mucho más énfasis que yo, en la creación de ese Tercer Movimiento Histórico. ¿Te acordás de los tres deditos levantados que enarbolaban los militantes?
Yo no trato, como sostenés, de acompañar al peronismo para corregirlo. Pero tampoco descalifico sus aportes a la historia nacional y a la justicia distributiva, como no lo hicieron ni Crisólogo Larralde, ni Moisés Lebensohn, ni Ricardo Balbín, ni Raúl Alfonsín. Porque si no volveríamos a un radicalismo antidiluviano.
La cuestión no es derrotar o no al peronismo. La cuestión sigue siendo si podemos derrotar o no a los sectores minoritarios del antipueblo.
¿Te acordás de la Contradicción Fundamental, aquella que nos decía que de un lado estaban los intereses nacionales y del otro los intereses antinacionales?
El escenario puede haber cambiado, y para bien, pero lo que no cambió es que esa democracia para afirmarse no puede dejarse derrotar ni tutelar por esas antinomias corporativas. Y el peronismo, como nosotros, no somos corporaciones, sino movimientos populares, muchas veces contradictorios, otras hasta claudicantes, con la gloria de grandes ejemplos y la vergüenza de fracasos. Pero somos los que siempre pusimos el lomo y el cuero para asegurar que el pueblo fuera protagonista.
Por otra parte, si hoy el peronismo ocupa prácticamente todo el escenario de la vida nacional, no es responsabilidad de ellos, ni tal vez tampoco mérito exclusivo, sino más bien producto de nuestras vacilaciones, de nuestros desaciertos y de nuestra incapacidad para leer de manera dinámica la política argentina y no seguir parados en una fotografía amarillenta de un pasado de divisiones que hoy ya no existen.
Decís que te preocupa mi supuesto argumento en el sentido que el fracaso del gobierno traerá como consecuencia una restauración de la derecha. Estaría bien que ese argumento te preocupara si realmente yo hubiera dicho eso. Pero yo no lo dije. El párrafo al que te referís dice textualmente: “Hay que ordenar y sistematizar la gestión del Estado si no se quieren dañar los “fundamentos” de esta política que se inauguró en el 2003 y que, si fracasa, abrirá el camino a una restauración cultural de los valores del neoliberalismo.”
Permitime que te diga, Facundito, que tu formación te debería ayudar a diferenciar lo que son “fundamentos” de una política respecto a lo que es una gestión de gobierno. Salvo que, otra vez, un antiperonismo demodé nos lleve a creer que los “fundamentos” de la política neoliberal del gobierno de Menem son iguales a estos “fundamentos”, sólo porque se trata de gobiernos peronistas.
Tampoco sostuve en ningún lugar de mi documento, si lo volvés a repasar con minuciosidad, que los cambios vendrán de la mano de quien nos gobierna. Por el contrario, van a venir de la mano de una etapa superadora que propicio en mi documento cuando digo textualmente: “Por eso ahora estamos en condiciones de construir LA ALTERNATIVA QUE HACE FALTA desde una inspiración nacional, popular, progresista y democrática de sus actores, entre los que nos contamos, sin duda, por nuestra pertenencia radical. Pero no a cualquier radicalismo, sino al de Yrigoyen, Illia y Raúl Alfonsín.”
De este párrafo quedan en claro dos conclusiones: Que los radicales no estamos excluídos de ser protagonistas de esa nueva etapa pero que no debemos excluir a otros. ¿Y quiénes son esos otros? Desde ya, supongo que compartimos, que no es ni la nueva derecha, ni tampoco la vieja, ni los tecnócratas ni los voceros de la antipolítica y, mucho menos, las corporaciones económicas, mediáticas y de todo tipo que pretenden sujetar o tutelar a la democracia.
Honradamente creo que esos avances que reconocés, pero tal vez te cuesta enumerar por el prurito o el prejuicio de no aparecer como oficialista, como el canje de deuda, el rechazo al ALCA, la estatización de las AFJP, la Asignación universal por hijo, son lugares (no los únicos) desde donde debemos seguir construyendo para profundizar los cambios estructurales. ¿O acaso no son un buen punto de partida para esos cambios estructurales? ¿O acaso no es un mejor arranque que el punto cero que teníamos después de la década del 90?
También sostenés que no compartís, respecto que el Estado aumentó su influencia al margen del peso de las corporaciones. Es más, asegurás que la mayoría de las corporaciones no han sido tocadas. Si esto es así, se hace difícil entender el por qué de la reacción tan virulenta y, por momentos, de una agresividad inusitada, de algunos grupos que sienten que sus rentas extraordinarias se ven comprometidas. Obviamente, me refiero a los sectores más concentrados de la actividad agropecuaria, a las compañías que ven limitada su posibilidad de girar indiscriminadamente las utilidades al exterior, a las empresas aseguradoras que tuvieron que traer sus capitales al país, o incluso, a los bancos que deben prestar un porcentaje de su cartera de créditos a las pequeñas y medianas empresas aunque, en este último caso, lo que está pendiente es una reforma del sistema financiera así como también una reforma al sistema tributario.
Creo que equiparar la propiedad de casinos (te aclaro que en la Provincia de Buenos Aires, cuando yo era presidente del Comité, propiciamos en la reforma constitucional –sin éxito- la prohibición de la explotación de esos juegos de azar) o los negocios de algunos contratistas de obra pública con las corporaciones económicas, financieras y mediáticas, me parece impropio de tu inteligencia.
Un caso paradigmático, que vos mismo planteás, es el de YPF, donde de un plumazo la reestatización barrió con los “amigos” del poder que efectivamente estaban haciendo un negocio pagando con las utilidades de la empresa el control que habían adquirido de la misma. Por lo que yo sé, la resistencia a la reestatización viene de Repsol (una corporación internacional) y no de estos vivillos que ahora no saben cómo afrontar la deuda con el Club de bancos que les financiaba el negocio. Obvio, vos y yo, nos estamos refiriendo a los Eskenazi. Precisamente por eso, Facundito,  era un error que se estatizara el cien por cien de las acciones de YPF – como reclamaban algunos amigos del partido-, porque ahí sí salvábamos a los Eskenazi, ya que el Estado entonces hubiera quedado asumiendo esa deuda que tienen con el Club de Bancos.
Por eso no entendí tu pública y notoria oposición a la reestatización de YPF que tuvo tan notable repercusión.
Otro de tus argumentos que he escuchado, debo confesarlo, en boca de economistas liberales pero también de algunos que podríamos denominar, sólo al efecto de diferenciarlos, como social-demócratas, es que no estamos acudiendo a endeudarnos con el sector externo en momentos en que las tasas de interés son las más bajas en décadas.
Debo reconocer que la afirmación es atractiva porque pareciera apoyarse en el sentido común, pero a la luz de la experiencia argentina, también es sumamente atractivo que el acelerado camino hacia la reducción del peso de la deuda en moneda extranjera respecto al producto bruto interno no deja de ser una gran oportunidad para el crecimiento futuro de la economía argentina y, sobretodo, respecto a alcanzar mayores márgenes de autonomía para la toma de decisiones.
Me parece que sería una lástima que, después del esfuerzo hecho hasta aquí por el pueblo argentino para liberar de manera creciente divisas que antes comprometíamos con el pago de la deuda externa, vengamos ahora a detener ese camino que, desde el 2015 en adelante, nos dejaría en una situación de privilegio respecto a la situación deuda en moneda extranjera con PBI.
Pero bueno, esta es una discusión mucho más amplia, que involucra cómo se financia el crecimiento y el desarrollo de un país en una determinada etapa histórica. Mucho peor estábamos en la década del 90, incluyendo el gobierno de la Alianza, cuando nos endeudábamos pero no teníamos mercados de capitales locales, las AFJP no estaban estatizadas ni saldos comerciales de una magnitud tal que nos permitieran apuntalar el crecimiento.
Que a mis críticas a la política de transportes la califiques de liviana porque no hay una mención expresa a los muertos en la tragedia de Once, me parece, francamente, un golpe bajo. Porque es lo mismo que yo desmereciera el compromiso que muchos correligionarios de la Capital tuvieron con la gestión de Aníbal Ibarra porque culminó con el desastre de Cromañón.
Por último creo que las generalizaciones tienden a las simplificaciones. Y me parece que la realidad es mucho más rica y variada para incurrir nosotros también en una mirada de carácter binario. Es el riesgo que corremos cuando decís que estamos en presencia de un populismo radicalizado o, como dice Aguad, un populismo estatista, que en tu caso sostenés restringe los sectores más dinámicos y en el de él aduce que limita la “libertad creativa”. En algunos casos es posible que se esté dando este fenómeno, pero no en todos. No solamente hay una enorme expansión de la producción primaria sino también de sectores ligados a ella, como es el caso de los biocombustibles y, muy particularmente, el biodiesel, que nos ha convertido en el principal exportador del mundo de este producto. Tampoco se nota esta restricción a la “libertad creativa” en el campo de la tecnología. Somos los primeros exportadores en América latina de software. Es indisimulable, por lo menos respecto a la década del 90, la proliferación de pequeñas y medianas empresas que en estos últimos años es lo que explica parte del incremento del empleo.
Por eso me parece un exceso y, reitero, una exageración impropia de una mirada radical, que tratemos de asustar a señoras mayores diciendo que el Estado se está metiendo en todo. Que en muchos casos lo hace, y mal, no hay duda. Que en otros casos lo hace, y no tan mal, tampoco hay duda. Pero precisamente el aporte que deberíamos hacer los radicales no es quejarnos porque lo hace sino indicar cómo debe hacerlo.
Coincido con vos, y lo sostengo en mi documento, cuando digo que no sólo debe haber inclusión sino integración.
Textualmente expreso: “En materia de igualdad hay que decir que sino se producen cambios estructurales, corremos el riesgo de sostener una pobreza con contención pero sin futuro de ascenso social.” Así que en este aspecto no tengo nada más para agregar.
Es a todas luces cierto que se han concentrado recursos en el poder central. Tampoco deja de ser cierto en experiencias pasadas que los recursos que iban hacia las provincias los despilfarraban feudalismos locales que, además, no se animaban  a imponer altas tributaciones a los poderes conservadores en que se apoyaban.
Esta es otra discusión pendiente del sistema político.
Por último, sostenés que la inflación y la inseguridad son las mayores preocupaciones de la sociedad argentina.
Perdoname que te corrija, pero creo que el mayor desafío de la sociedad argentina, entre otras cosas para reducir los índices de la inseguridad, es la igualdad. Y esa lucha por la igualdad requiere que no volvamos a un pasado maniqueo ni tampoco intentar recrear antinomias que ya no existen. Creo que parte de las tensiones que hoy atravesamos es, precisamente, la cuestión de la distribución del ingreso.
A pesar de todas estas diferencias, quiero decirte, por último, dos cosas: Que agradezco tu aporte. Era lo que queríamos provocar. Y que lamento que alguien como vos u otros como vos, reitero, a pesar de las diferencias, no presida los destinos de la Unión Cívica Radical. Tal vez eso ocurre porque vos y yo, y tantos otros, formamos parte de una generación que fue estigmatizada de adentro y de afuera del partido porque representábamos el cambio. O, tal vez, porque nuestra formación política no nos alcanzó para comprender que cuando uno se empeña en transformar la sociedad, el individualismo debe someterse a lo colectivo.
Ojalá muchos otros se sumen a esta discusión que, desgraciadamente, los órganos partidarios no nos permiten hacer o porque llevan barrasbravas a las convenciones para impedirlo o porque no funcionan  adecuadamente o porque, sencillamente, no les interesa porque están impregnados por un pragmatismo que poco tiene que ver con la historia del radicalismo.
Con el afecto de siempre. Un abrazo,

                                                                                           Leopoldo Moreau


Esta carta es en respuesta a la de Facundo Suárez Lastra, leela aquí

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