El gobierno teme que las paritarias fijen aumentos de salarios que atenten contra la baja de la inflación. El origen del problema es la negociación centralizada de las remuneraciones. La solución no es imponer topes a los aumentos sino permitir a las pymes que se desenganchen de los convenios colectivos centralizados.
El gobierno está
preocupado por los posibles impactos sobre la inflación de los aumentos
salariales en el sector privado. En el actual contexto es lógico que los
sindicatos aspiren a recuperar la pérdida de salario real sufrida durante la
estampida inflacionaria. Pero también es legítimo que los funcionarios breguen
para que los aumentos en las remuneraciones no sean a costa de la remarcación
de precios.
Una institución
laboral muy relevante en la dinámica salarial es la negociación colectiva. En la Argentina prevalecen negociaciones
en las que un sindicato central (de actividad, rama u ocupación) negocia con
una o varias cámaras empresarias acuerdos aplicables a todos los empleadores y
trabajadores del ámbito del convenio, independientemente de si el empleador y/o
el trabajador estén o no afiliados a la cámara y sindicato firmantes. De aquí
entonces que los convenios colectivos generan regulaciones laborales
–incluyendo escalas salariales– que se determinan a niveles altamente
centralizados.
¿Cuán coherente
es la centralización de la negociación colectiva con la estructura de salarios
de la economía? Según datos de la Secretaría de Trabajo, a marzo 2024,
el salario promedio de todas las categorías de los principales convenios
colectivos fue de $730 mil. Según la AFIP, las remuneraciones por
tamaño de empresas presentan las siguientes diferencias:
- El salario promedio de
las empresas con más de 500 trabajadores fue de $960 mil.
- Las empresas con entre
26 y 500 trabajadores pagaron salarios por $660 mil.
- En las empresas con 25 o
menos trabajadores el salario medio fue de $460 mil.
Estos datos
muestran una gran dispersión en los niveles salariales según el tamaño de las
empresas. Esto es disfuncional al esquema centralizado de negociación. En
la negociación centralizada, las empresas grandes tienen mayor influencia
imponiendo escalas salariales homogéneas a situaciones productivas muy
heterogéneas. Por eso las remuneraciones resultan relativamente bajas para
las empresas más grandes y relativamente altas para las pymes donde prevalecen
menores niveles de productividad.
La principal
consecuencia de la negociación centralizada es que no tiene posibilidad
de ser sensible a la dispersión de la productividad que se da en las empresas
de todo el país en cada uno de los sectores que rigen los convenios colectivos.
La peor parte les toca a las pymes que generalmente tienen menor productividad
y, por lo tanto, mayores dificultades para cumplir integralmente con las
remuneraciones y demás regulaciones fijadas en el convenio colectivo de su
sector. Esto lleva a que muchos empleos no se generen, otros se generan “en
gris” (evadiendo parcialmente las disposiciones del convenio) y otros –la gran
mayoría– “en negro” (incumpliendo toda la legislación laboral y el convenio
colectivo).
La solución pasa
por permitir el “desenganche” de las pymes de los convenios colectivos de
actividad, rama u ocupación.
Esto es habilitar a las pymes a optar por tener su propio acuerdo laboral con
sus trabajadores, en donde se definan formas de organización del trabajo y
niveles salariales acordes a su situación. Alemania, España y Brasil prevén
este tipo de salida de los convenios colectivos sectoriales, dando preeminencia
a acuerdos por empresa e individuales. De esta forma, sin desmantelar los
actuales convenios colectivos (proceso que demandaría mucho tiempo y esfuerzo
político) se les puede dar a las pymes la libertad de optar por celebrar
acuerdos propios con sus trabajadores.
Solo un tercio de
los ocupados trabaja en relación de dependencia “en blanco” en una empresa
privada. El resto son empleados públicos, asalariados no registrados o
cuentapropistas. Esta no es una realidad reciente sino que se arrastra desde
hace una década cuando terminó la bonanza internacional en 2012. Explica, en
buena medida, el aumento de la pobreza, el desfinanciamiento de la seguridad
social y la baja inversión productiva. Para revertir este proceso de decadencia
es imprescindible modernizar las regulaciones laborales. Como lo
demuestra la evidencia en otros países, un paso clave es habilitar el
“desenganche” de las pymes de los viejos y anticuados convenios colectivos
sectoriales.
Fuente: IDESA