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20/11/25

El flagelo invisible: Uno de cada tres niños en el país sufre castigo físico como método de disciplina

La cifra, proveniente de un informe de UNICEF, expone la normalización de la violencia en los métodos de crianza en Argentina, a pesar de la prohibición legal. Especialistas advierten sobre las graves consecuencias psicológicas y físicas que esta práctica acarrea en el desarrollo de la niñez.

Una cruda radiografía sobre la violencia en el seno familiar revela que el 35,4% de las niñas, niños y adolescentes de entre 1 y 14 años en la Argentina padece castigo físico como parte de los métodos de crianza. Este dato, que surge de la Encuesta Nacional de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS) 2019-2020 realizada por UNICEF, pone de relieve una alarmante realidad social que trasciende clases y regiones.

El informe detalla que esta estadística representa la violencia física naturalizada, la cual incluye un 6,6% de casos considerados "violencia física severa". En un contexto más amplio, se calcula que seis de cada diez jóvenes en este rango etario son criados con prácticas que implican alguna forma de violencia, incluyendo gritos y humillaciones.

La persistencia de estas prácticas se da a contramano del marco normativo nacional. Desde 2015, el Código Civil y Comercial de la Nación (Artículo 647) prohíbe de manera explícita el castigo corporal en cualquiera de sus formas, así como los malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a los niños o adolescentes, instando a los progenitores a solicitar auxilio de orientación estatal.

No obstante la legislación vigente, la violencia física y psicológica sigue siendo, para un sector de la población, una herramienta de "corrección" culturalmente aceptada. Este fenómeno no es neutro en sus efectos: la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF han documentado que el castigo físico no solo es ineficaz para modificar el comportamiento a largo plazo, sino que incrementa significativamente el riesgo de problemas de salud mental, agresividad, baja autoestima y la perpetuación de ciclos violentos en la edad adulta.



La evidencia es contundente: el castigo corporal es una vulneración directa de los derechos humanos y del derecho a la integridad física y psíquica de la niñez. La "deuda pendiente" que señalan los especialistas radica en la necesidad urgente de políticas públicas coordinadas, inversión en programas de prevención y, fundamentalmente, en la formación de las familias en alternativas de crianza respetuosas que rompan con el arraigado paradigma de que el dolor o el miedo son herramientas válidas para educar.


Roman Reynoso 2025

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