Por Román Reynoso para Mundo
Norte
¿Sos tu propio jefe o tu
propio verdugo? El filósofo surcoreano Byung-Chul Han describió en "La
sociedad del cansancio" una patología global que, en la Argentina de la
crisis perpetua y la hiperconectividad, encuentra su escenario más brutal. Cuando
la libertad de "poder hacerlo todo" se convierte en la esclavitud de
no poder parar.
La imagen de tapa de La
sociedad del cansancio que ilustra esta nota no es solo un libro de moda en
las mesas de luz de Palermo o San Isidro; es el diagnóstico clínico más preciso
de lo que nos pasa hoy a los argentinos. Si alguna vez sentiste culpa por
descansar un domingo, o si respondés un WhatsApp laboral a las 22:00 horas
creyendo que es "compromiso" cuando en realidad es miedo, entonces ya
sos parte de la estadística.
Han plantea una tesis
demoledora: hemos pasado de la sociedad disciplinaria (donde un
"otro" nos prohibía cosas, como en las fábricas de antes) a la sociedad
del rendimiento. El mandato ya no es "no debes", sino "tú
puedes". Yes, we can. Parece positivo, ¿no? El problema, advierte
el autor, es que ese "poder" no tiene límites. Y cuando el individuo
se cree libre, en realidad se está autoexplotando. En Argentina, este fenómeno
muta y se agrava con nuestra coyuntura: aquí la autoexplotación no es solo por
estatus, es por supervivencia.
Del "burnout" chic
al colapso real
Según datos recientes de Bumeran
y Jobint (noviembre 2025), Argentina lidera el ranking regional de burnout
(síndrome de la cabeza quemada) con un 92% de los trabajadores afectados.
No es casualidad. A la tesis de Han sobre la autoexigencia, nosotros le sumamos
una inflación que no da tregua y una incertidumbre política que carcome.
En nuestro día a día, esto se
traduce en la incapacidad patológica de desconectar. El vecino de Zona Norte
que tarda dos horas en Panamericana ya no usa ese tiempo para escuchar música
("vida contemplativa", diría Han), sino para adelantar llamadas o
escuchar audios en 2x. El "tiempo libre" ha muerto; ahora es
"tiempo disponible para producir".
La violencia de la positividad
Han habla del "exceso de
positividad". En el contexto local, esto se ve en la romantización del hustle
culture o la "cultura del esfuerzo" llevada al extremo. El
monotributista que trabaja 14 horas y se dice a sí mismo que es un
"emprendedor de su propio destino" es, en términos del filósofo,
víctima y verdugo a la vez. No necesita un capataz que lo latigue; se latiga
solo con la notificación del celular.
El impacto es directo: ataques
de pánico, depresión y trastornos de ansiedad. Han lo llama "el infarto
del alma". En la Argentina de hoy, donde tener dos o tres trabajos empieza
a ser la norma para mantener el poder adquisitivo, el cansancio no es una etapa
transitoria, es un estado constitutivo. Vivimos cansados, pero no podemos
dormir porque la maquinaria de la deuda y el consumo sigue girando.
Recuperar el "no
hacer"
¿Hay salida? Han sugiere
recuperar la "potencia del no". La capacidad de decir "hoy
no". En un país que nos exige estar alerta 24/7 por seguridad, economía o
política, detenerse es un acto revolucionario. Tal vez, la lección más importante
de este libro para nosotros hoy sea entender que rendir no es vivir. Y que,
si no frenamos nosotros, nos va a frenar el cuerpo (o la psiquis) de la peor
manera.
Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Estamos construyendo un futuro o solo estamos sobreviviendo a nuestra propia autoexigencia?
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